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Marc López

Qué puede pasar si Meloni gana las elecciones italianas

Marc López Plana

26 mins - 23 de Septiembre de 2022, 07:10

El pasado miércoles 14 de septiembre estuve en Roma, invitado por la Fundación Friedrich Ebert, a un seminario sobre el futuro de los partidos políticos socialdemócratas. Aproveché mi estancia para organizar una conversación con Nicoletta Pirozzi y Simone Gasperin para debatir sobre Italia y sus elecciones de este próximo domingo.

 


Marc López.- La primera cuestión es no sólo sobre quién ganará las próximas elecciones generales sino, sobre todo, si es posible conformar un Gobierno que no sea técnico, ganen o no después de los comicios. Adelante, Nicoletta.

Nicoletta Pirozzi.- Yo diría que sí. Ahora, como probablemente saben, no hay resultados de encuestas disponibles en este momento, porque dos semanas antes de las elecciones la Ley lo prohíbe. Sin embargo, según las últimas proyecciones que teníamos, parecía que el centro-derecha o la derecha de centro, como la llamamos ahora, dada la forma en que está equilibrada la relación de fuerzas en esa coalición, puede realmente obtener una mayoría tal, es decir, un número de consensos tal que les permitiría formar un Gobierno político que muy probablemente también tendrá elementos técnicos. Al menos ésa parece ser, digamos, la dirección, especialmente para algunos ministerios sensibles. Ése puede ser el caso del de Asuntos Exteriores y del de Economía. Esto no es seguro, por supuesto, pero no se excluye que pueda haber esta mezcla. También porque Fratelli d'Italia, que se erige como el posible primer partido, el que ocupará el cargo de primer ministro, no cuenta con una clase dirigente tan consolidada como la de otros partidos. Así que es posible que salgan a pescar fuera y que ese fuera sean figuras técnicas que, por un lado, también pueden disfrutar del favor del presidente de la República, que ejerce un papel muy importante. 

Simone Gasperin.- Al parecer, [Giorgia] Meloni ya se ha reunido con la Presidencia de la República. Entre los nombres que circulan para el Ministerio de Economía, que es el departamento clave, se ha mencionado el nombre de Fabio Panetta, que es el anterior director general del Banco de Italia y actual miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo; es decir, el representante italiano en el BCE. Y este nombre daría una gran tranquilidad. En cambio, la otra opción de la que se habla, se rumorea, era la del regreso de Giulio Tremonti, que iría en una dirección radicalmente opuesta respecto a la idea de un perfil técnico.

[Silvio]Berlusconi ha afirmado que el suyo ha sido el último Gobierno político de los últimos 10 años. Es una exageración porque, si lo pensamos, gobernó con una mayoría fuerte de 2009 a 2011, y que quizás el siguiente Gobierno político fuerte fue el de [Matteo] Renzi, de 2014 a 2016. Y luego, si quieres, los dos de [Giuseppe] Conte. Entremedias hubo ejecutivos de [Mario] Monti, un interregno de [Enrico] Letta con mayoría bipartidista y el Gobierno de [Mario] Draghi. Así que Italia representa en realidad una anomalía europea. Periódicamente, en la última década ha habido más gobiernos políticos, con un programa perfilado en cierto sentido, y más técnicos ahora, en cierta medida por la compactación del centro-derecha. 

El hecho es que Meloni se ha labrado su propio papel como aspirante, si se quiere, pero todavía en contraposición a los gobiernos anteriores. El hecho es que el bloque de centro-izquierda, con dos modelos diferentes de izquierda, se presenta dividida a las elecciones con un sistema electoral según el cual existe un sistema mayoritario para un tercio de los escaños. Todo esto juega a favor de una sólida mayoría de derechas, que puede obtener unos números importantes en el Parlamento para un Gobierno políticamente sólido. 

M. L.- ¿Es mejor tener un Ejecutivo sólido de centro-derecha con Fratelli d'Italia ocupando la Presidencia del Consejo o uno técnico con todos los partidos y con alguien como Draghi al frente? ¿Qué valoración hacéis del gobierno de éste?

S. G.- La formación del Gobierno de Draghi fue una iniciativa decidida del presidente de la República, que optó por no disolver las cámaras y estaba y está en su derecho de hacerlo si no hay una mayoría que pueda apoyar a un Ejecutivo. No intentó dar el mandato a otra figura. Lo hizo con el presidente de la Cámara. Por ejemplo, no se lo otorgó a Conte, a pesar de haber obtenido formalmente la mayoría y el voto de confianza del Parlamento. Esto es una costumbre. 

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M. L.- No se lo encargó a Conte.

S. G.- Así es, probablemente porque pensó que no tenía los apoyos necesarios. Pero lo hizo con Draghi después. La idea es que tenía en mente la figura de Draghi como la única capaz de encontrar los apoyos parlamentarios.

Hay que tener en cuenta el contexto, el de enero-febrero de 2021: nos encontrábamos en plena segunda oleada de la Covid-19, la campaña de vacunación aún no había comenzado y, por tanto, la justificación residió en esta situación de emergencia. Y empujado por ella (un escenario recurrente en la política italiana), el presidente [Sergio] Mattarella consideró que la figura que podía contar con el mayor consenso posible era Draghi. No se convocaron elecciones. Las razones las desconozco; las justificaciones, que había una pandemia y que habría sido complejo. Pero también hay que decir que otros países habían votado en el mismo periodo. 

N. P.- La valoración sobre el Gobierno de Draghi para quienes, como yo, se ocupan de los asuntos europeos y de la política exterior, no puede ser sino sólo puede ser altamente positiva. Ha sido un periodo en el que Italia, como país, ha gozado de una credibilidad internacional (que en realidad había desaparecido del horizonte durante varios años) derivada precisamente de la figura de Draghi y de su trayectoria, pero también del hecho de que lograra formar un gobierno de consenso muy amplio. Consiguió imponer ,lo que se ha dado en llamar pax draghiniana, gobernando el país en un momento, como decía Simone, realmente difícil por la pandemia, porque empezaba la implantación del Next Generation UE y luego, por supuesto, por el estallido del conflicto en Ucrania. Tengo que decir que, sin la credibilidad de Draghi y sin su firmeza en política exterior, quizá no se hubiera ofrecido el estatus de candidato a Ucrania, ya que consiguió atraer a sus posiciones tanto a la Francia de [Emmanuel] Macron como a la Alemania de [Olaf] Scholz, que eran muy reticentes.

En suma, nos dio una garantía de estabilidad sin parangón. Así que, sin duda, diría que el mio es un juicio positivo que, obviamente, choca con una realidad política turbulenta como la italiana, que en un momento dado comenzó a chirriar. En primer lugar, asistimos al cuestionamiento del Gobierno de Draghi por parte del Movimiento Cinco Estrellas, que no votó una medida muy importante, al que luego se sumaron la Liga y Forza Italia, que tampoco dieron un voto de confianza al Ejecutivo. Se ha debatido mucho sobre si Draghi podía haber continuado o no en el cargo... porque de hecho podría haberlo hecho si hubiera querido, teniendo la mayoría. Pero, en mi opinión, esta eventualidad no tiene en cuenta, en primer lugar, la personalidad de Draghi y las premisas sobre las que había aceptado el mandato del presidente Mattarella; y, en segundo lugar, las limitaciones objetivas a las que está sometida Italia, que nos obligan a llevar a cabo toda una serie de reformas y a seguir una agenda política muy apretada lo que, según Draghi y en aras de la seriedad, no se podían haber cumplido con ese tipo de mayoría. En particular, teniendo en cuenta las fibrilaciones que había en ese momento por parte del Movimiento Cinco Estrellas, la Liga y Forza Italia, que de hecho ya habían entrado en campaña y, por tanto, hacían prever su posicionamiento de cara a las próximas elecciones.

Dicho esto, y habiendo hecho las paces con la idea que tenemos de Draghi, tenemos que mirar al futuro y para el futuro.

M. L.- Muchos expertos, entre ellos Paolo Gerbaudo, afirman que los gobiernos técnicos no resuelven la ingobernabilidad.

N. P.- En primer lugar, hay que decir que el Gobierno de Draghi no era técnico en el sentido tradicional del término, ya que estaba dirigido por uno con una fuerte sensibilidad política. Contaba con miembros técnicos y políticos, y ésta fue una decisión consciente de Draghi y Mattarella, precisamente porque tuvieron en cuenta que las sucesivas experiencias de gobiernos técnicos tenían el riesgo de hacer perder la confianza del país en la mecánica democrática, en las instituciones. Así que su Gobierno fue una especie de animal híbrido entre lo político y lo técnico. Luego, a la hora de evaluar lo que es mejor depende del punto de vista. En todo caso, un Ejecutivo como el de Draghi habría sido de una legislatura porque habríamos votado al final de la misma y, por tanto, el año que viene se habría producido una garantía de credibilidad y estabilidad. Sin embargo, está claro que no puede ser una receta sostenible a largo plazo, porque en cualquier caso hay que garantizar la vida democrática del país, y eso pasa inevitablemente por las elecciones; aunque ello conlleve una inestabilidad endémica como la que caracteriza al sistema político italiano.

M. L.- ¿Qué significa económicamente para Italia, y para Europa, un Gobierno de Fratelli d'Italia con Forza Italia y con la Liga?

S. G.- Desde el punto de vista europeo no habrá una gran agitación, una revolución; aunque habrá un cambio de peso hacia una de las tendencias políticas que ya han asomado. Recordemos que Meloni es la presidenta del grupo de Conservadores y Reformistas Europeos, que cuenta entre sus miembros con partidos que gobiernan Polonia, la República Checa y Lituania. Estamos hablando de fuerzas muy conservadoras que ya gobiernan y tienen una determinada visión de Europa. Son todos países que están fuera del euro, con políticas migratorias y de derechos civiles muy estrictas. Este bloque se va a fortalecer. Luego, más allá del partido de Meloni sigue estando [Viktor] Orbán, en el Partido Popular Europeo, que también contribuye.

Probablemente, impulsará una política migratoria de no reformular el Convenio de Dublín y poder así utilizar siempre el pretexto de la inmigración como arma electoral, y quizás intente hacer prevalecer el italiano como lengua de trabajo dentro de las instituciones europeas; pequeñas cosas simbólicas, quizás la presencia en algunos expedientes, pero nada sustancial. Es decir, Meloni hoy no es como [Marine] Le Pen en 2012 o 2017, cuando cuestionaba la supervivencia de la Unión Monetaria con el Frexit. Por lo que respecta a la política económica, no habrá grandes cambios. Por eso mencionaba antes los nombres tan institucionales quise barajan como eventuales responsables de las estructuras ministeriales económicas. Recordemos que Meloni es de un partido muy conservador en política fiscal, a diferencia de, por ejemplo, lo que fue el de Conte, que desafió a Europa en el déficit y trató de negociar un presupuesto diferente. En cambio, Meloni se proyecta a sí misma como mucho más fiel a los principios de una hacienda pública equilibrada.

Quizá veamos algo más desde el punto de vista de la intervención estatal en los sectores industriales. Por ejemplo, Meloni ha anunciado que quiere impedir la venta de la antigua aerolínea Alitalia al consorcio Air France y otro inversor. Otro ejemplo es la red única de telecomunicaciones. Estaba prevista una fusión entre los dos principales operadores de redes de telecomunicaciones y, al parecer, Meloni no quiere que eso ocurra, también porque le gustaría separar de alguna manera los servicios que tiene Telecom, la antigua Telecom Italia, de la parte de la red y mantener ésta bajo control público. Hay delimitaciones desde el punto de vista de la intervención pública en expedientes industriales concretos. Lo último que quizás diría sobre la política económica es una tendencia, al menos expresada verbalmente, hacia favorecer la fiscalidad regresiva, es decir, establecer una flat tax.

N. P.- Volviendo al tema de Europa, Meloni, al igual que otras fuerzas políticas italianas en el último periodo, ha hecho  una transición muy interesante: desde un partido fuertemente euroescéptico, que incluso llegó a afirmar la prevalencia del Derecho nacional sobre el europeo y pidió el desmantelamiento de directivas y reglamentos como si fuera algo que se pudiera hacer de la noche a la mañana, a un partido que ha adoptado una actitud no diré de europeísmo, pero sí una actitud favorable a Europa, que yo diría que es más por necesidad que por convicción. Es decir, Meloni se ha dado cuenta de lo mucho que Italia necesita a Europa, y esto es aún más cierto hoy en día con el Next Generation EU y, por lo tanto, una ruptura con las instituciones de Bruselas no está en la agenda. Así que desde este punto de vista, descartaría que Meloni se convierta en la nueva Le Pen o en el nuevo Orbán. Lo que se puede anticipar es que tratará de evitar la confrontación directa con las instituciones, pero tratará de poner en práctica un aproximación más transaccional, intentando avanzar en la idea de los italianos, primero; aunque, en mi opinión, será más una narrativa que algo efectivo, más simbólico que sustancial.

M. L.- ¿Como Polonia?

S. G.- Creo que adoptará una forma diferente, aunque no necesariamente original. 
¿Habrá una vía italiana? ¿Funcionará? La diferencia radica en la configuración institucional de ambos países, y en la pertenencia de Italia al euro, que Polonia no comparte, lo que cambia radicalmente las cartas sobre la mesa ya que coloca a Italia bajo una serie de restricciones adicionales. Existe la idea de que las limitaciones disciplinarias, lo que Guido Carli llamó la "restricción externa", dificultan un país rebelde dentro de la zona del euro. Será una vía original. Un país rebelde dentro de la eurozona puede disciplinarse más fácilmente mediante grandes operaciones financieras con bonos del Estado. En un país con la tercera mayor deuda pública del mundo, como vemos de semana en semana, el banco central ni siquiera retira el apoyo, sino que lo enfría o calienta. La dinámica de nuestros tipos de interés cambia, cambia muy intensamente.

En cambio, Polonia, tiene digamos una mayor soberanía económica, lo que también le permite ser más conflictivo; aunque recibe muchas ayudas de la política de cohesión, así que ahí tiene también todo un problema. ¿Hay contradicción? No, porque Italia ha sido durante años un contribuyente neto de Polonia, que ha sido un receptor de recursos. Habrá un intento de moverse un poco hacia la dirección soberanista, mirando hacia adentro y diciendo hemos hecho mucho por los intereses nacionales, pero realmente negociando punto por punto los diferentes temas. 

N. P.- Francamente, no veo una relación privilegiada con Polonia ni un deseo de Meloni de tomar a Polonia como modelo. No tiene una base demasiado sólida, entre otras cosas porque creo que Meloni es demasiado consciente del papel de Italia en Europa: la narrativa de un gran país fundador que ciertamente tiene muchos problemas, pero que es miembro de la zona euro y, en todo caso, un papel destacado en el contexto europeo. Por supuesto, tendrá el problema de articular alianzas constructivas con gobiernos de países importantes como Francia y Alemania, que están muy lejos de ella. Así que, en mi opinión, ésa será realmente la clave para entender qué papel puede y podrá desempeñar Meloni en Europa; también porque, así como en la dimensión europea, de las peticiones a Europa, etc., se ha mostrado más conciliadora de lo esperado en esta campaña electoral en lo que respecta al futuro de las alianzas y relaciones con los países de la UE. Hay un gran interrogante.

Fratelli d'Italia será bastante agresivo con Francia porque choca con su idea de soberanía, que no se corresponde con el objetivo de Meloni, que es más soberanista a la italiana. Ahí es donde se jugará el papel de Italia en Europa, porque todos sabemos que sin un vínculo fuerte con Francia y Alemania, Italia no tiene ninguna alternativa convincente en términos de alianzas en la UE.


M. L.- ¿Qué rol ejerce Rusia en Italia?

N. P.- Lo ha tenido.

Hemos visto, de manera bastante importante, los efectos de la propaganda rusa a través de los medios de comunicación, pero también mediante la narrativa de ciertos partidos políticos no sólo durante el período de la pandemia, sino también durante la guerra en Ucrania. No hay datos concretos sobre la supuesta financiación o los acuerdos directos. Pero lo que sí da que pensar es que algunos partidos persiguen una narrativa muy parecida, demasiado parecida a la propaganda rusa.

M. L.- ¿A Putin le conviene que Meloni sea la presidenta del Consejo de Ministros italiano?

N. P.- Meloni se ha mostrado muy firme en su postura atlantista y a favor de la unidad europea y ha tenido una reacción muy dura contra la Rusia de Putin. Es cierto que en la eventual futura mayoría de Giorgia Meloni habrá dos partidos, la Liga y Forza Italia, que en cambio tienen, digámoslo así, un enfoque ciertamente más matizado sobre Rusia; y también relaciones pasadas muy concretas. Está la amistad de Berlusconi con Putin, y la personal entre la Liga de Salvini y ciertos sectores políticos rusos.

S. G.- Sin embargo, hay una cosa que se sale un poco de lo establecido: hay que verlo desde una perspectiva histórica. Es verdad que ahora está la situación en Ucrania con Putin y estamos hablando de un cambio de perspectiva. Pero Italia ha tenido históricamente una relación especial con Rusia. El telón de acero durante la Segunda Guerra Mundial llegaba hasta Trieste y éramos territorios fronterizos. En 1949, el gobierno de [Alcide]De Gasperi decidió incorporarnos al Pacto Atlántico dentro de la Otan, pero los propios democristianos mantuvieron relaciones diplomáticas sanas con la Unión Soviética. [Enrico] Mattei, por ejemplo, fue el primer presidente de la entidad pública Eni y fue el primer occidental que firmó acuerdos de comercio e intercambio de hidrocarburos (es decir, gas y petróleo) con la Unión Soviética. Se reunió con el viceprimer ministro soviético y, a partir de ahí, empresas como Eni siguen disfrutando de estas relaciones tan sólidas con Rusia.

Recordemos también que en Italia existía, tras la Segunda Guerra Mundial, el partido comunista más fuerte de todo Occidente. Así que desempeñamos un papel no digo de bisagra, pero sí típico de la diplomacia italiana. Lo que podemos ver observar en los últimos años, y esto es algo que algunos pueden reprocharnos, incluso si quieren el Gobierno de Draghi, es una alineación con la posición atlantista que ha cerrado un poco esta puerta, digamos diplomática, con respecto a Rusia. Esto es particularmente importante. No es alguno nuevo ni original, porque Alemania, que tiene fuertes relaciones con Rusia, ha hecho lo mismo. Ambos países lo saben. Las relaciones con Rusia son fundamentales, porque nuestras economías son profundamente dependientes de un intercambio energético y éste es un hecho que quizás hay que tener presente; sobre todo, en mi opinión, para la comparación con España, que es otro mundo.



Italia depende en un 20% de todos sus recursos energéticos de Rusia. Un 40% del gas, es decir, el 40% pre-guerra del gas que consumimos en Italia. Italia es un país muy dependiente del gas en su mix energético. El 40% de toda la energía producida en Italia que se utiliza en la industria, en la generación de energía, en la calefacción viene de Rusia, mientras que, por ejemplo, para un país como Francia o España es sólo el 25% de esta mezcla total, ya que todo el gas que recibe viene de Argelia. Este es el gran riesgo que tenemos. Algunos dicen que el deseo de Draghi de salir es porque corremos un gran riesgo, más allá de los precios, de enfrentarnos a una crisis de escasez de gas el próximo invierno. Porque del total del 40% del gas que nos suministra Rusia, que es de unos 30.35 mil millones de metros cúbicos, 24.25 mil millones se distribuyen durante el periodo invernal y aún no ha llegado.

 
El 20% de los recursos energéticos italianos depende de Rusia: el 40% del gas que el país consumía antes de la guerra. Luego, si podemos entrar en los detalles. Italia es, además, muy dependiente del gas en su mix energético. El 40% de toda la energía que se consume en Italia y que se utiliza en la industria, en la generación de electricidad y en la calefacción procede de Rusia, mientras que, por ejemplo, países como Francia o España sólo tiene el 25% de esta combinación total y todo el gas que recibe procede de Argelia. Y Esa realidad supone un gran riesgo y explica muchas cosas. Puede haber quien diga que Draghi deseaba salir antes de enfrentarnos a una crisis de escasez de gas el próximo invierno. Porque del total del 40% del gas que nos suministra Rusia (unos 30.350 millones de metros cúbicos, 24.250 millones se distribuyen durante el periodo invernal y aún no han llegado.
 
Lo mismo ocurre con la capacidad de almacenamiento de gas. De nuevo, Italia no tiene la misma capacidad de almacenamiento que España. Lo máximo que podemos esperar, si conseguimos llenar todos los embalses es, digamos, unos 12.000 millones de metros cúbicos, sacando las reservas extraordinarias de un consumo total anual de 70.000 millones y de un total de 35.000 de Rusia. Por todo ello, las relaciones diplomáticas con Rusia son importantes no sólo desde el punto de vista político, sino también económico. Será una cuestión central en los próximos meses.

M. L.- Pero si la inflación sigue subiendo, una parte de la sociedad y, después, parte de los gobiernos pueden reaccionar contra el apoyo a Ucrania. ¿Puede eso ocurrir con un Ejecutivo de Meloni? Si la inflación sigue subiendo, la sociedad italiana podría decir basta.

N. P.- Es una de las principales cuestiones para los próximos meses. Entre otras cosas, porque ya en los últimos, e incluso ahora, la sociedad italiana no está mayoritariamente a favor de las decisiones tomadas a nivel europeo para apoyar a Ucrania. Es decir, no se puede comparar Italia con los países bálticos, ni con la propia Alemania. Aquí siempre hemos tenido este tipo de discurso: ¿la guerra es sostenible? ¿Hasta qué punto podemos aceptar los sacrificios que nos impone para favorecer, en definitiva, a Ucrania? ¿No deberíamos pedir al Gobierno ucraniano que aceptara las condiciones de Rusia para terminar con la guerra?

Meloni ha dicho que por su parte no habrá ningún cambio, que Italia seguirá firmemente alineada con Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, como ya se ha dicho, probablemente gobernará con una coalición que es bastante sensible a las sirenas populistas. De hecho a menudo ha adoptado actitudes de este tipo y, en algunas ocasosiones, persigue a la opinión pública en lugar de dirigirla. Así que se añade un elemento adicional de incertidumbre con respecto al Gobierno de Draghi, aunque hasta ahora no ha habido tal tentación, al menos por parte de Meloni.

S. G.- Soy mucho más pesimista. Gobierne quien gobierne, dentro de unas semanas o meses  nos enfrentaremos a una situación tan grave que probablemente habrá que tomar decisiones muy contundentes; no sólo en términos de intervención, como ahora,  sino también en cuanto a las relaciones diplomáticas. Sabemos que la causa (un fuerte encarecimiento del gas)  ya estaba teniendo lugar antes del conflicto en Ucrania. Y es que es un precio bastante manipulado por unos pocos operadores que negocian contratos financieros; entre otros, de futuros sobre el precio que tendrá más adelante. No es un comercio en tiempo real. Luego está el argumento de que la electricidad cuesta más porque en Europa existe el sistema del marginal price, en el sentido de que el precio se vende al coste más alto, lo que por ejemplo ya no ocurre en España y Portugal.

Existe una excepción aprobada por la Comisión Europea, que creo que se ampliará a corto y medio plazo, es decir, permitiendo el famoso decoupling. La cuestión es la inflación, sí, pero hay otra más profunda para Alemania e Italia en términos de cantidad, en el sentido de que sectores enteros de producción no puedan continuar. Ahora hablamos de reducir la calefacción, de reducir el consumo doméstico. Pero debemos tener en cuenta que la cifra del consumo de gas doméstico en Italia es un poco diferente a la de otros lugares. En Alemania, sin duda, son aún más bajas, ya que representan el 23% del consumo total de gas. El sector industrial absorbe el 43% y el de generación energía eléctrica, el 31%. Lo poco que queda es el almacenamiento. Las empresas ya no podrán permitirse ni disponer físicamente del gas.

N. P.- Está claro que sin una acción fuerte a nivel europeo estaríamos en una situación muy difícil., y también hace prever una notable presión sobre la Comisión Europea en los próximos consejos europeos. En la agenda italiana el tema de la energía ocupará un lugar destacado. Pero, como he dicho, en mi opinión en este momento no habrá un trastorno unilateral italiano desde el punto de vista político.

S. G.- Pero pregunto: si Alemania estuviera en una situación desesperada similar, ¿no crees que con el poder de este país e Italia, con gobiernos por cierto muy diferentes políticamente, habrá algún tipo de diálogo con Rusia que se base en que nosotros necesitamos gas y  no podemos, en definitiva, permitir la posibilidad de entrar y devastar Ucrania? Busquemos una solución en la que tal vez cedamos un poco, pero mantengamos el suministro. ¿Se puede sostener que eso no es posible?

N. P.- En primer lugar, tendrían que ser los dos y, además, hasta el momento no ha habido ninguna señal en ese sentido. Tal vez en el futuro, si en algún momento la suerte del conflicto sobre el terreno está claramente a favor de Rusia, y entonces Putin acceda a negociar. Entonces estaría de acuerdo contigo... si se produjera una apertura por parte de Putin, la unidad europea podría vacila, es posible. Pero, francamente, no lo veo como la hipótesis más plausible.

M. L.- Y llegamos a la última pregunta: ¿puede Ucrania ganar la guerra?

N. P.- Hacer predicciones se ha vuelto realmente complicado. Lo que se puede decir ahora es que en la última semana ha habido una evolución importante del conflicto sobre el terreno, vinculada precisamente a la contraofensiva ucraniana, que a su vez está ligada a los suministros de armas por parte de Estados Unidos, seguido de la Unión Europea. Sin embargo, en lo que se refiere al destino final del conflicto, no se ha producido aún ningún avance. Rusia sigue presente sobre el terreno, ocupa un territorio significativo y, sobre todo, no ha habido ninguna señal por parte de Moscú de que quiera dar marcha atrás. Esto significa que todavía será un conflicto largo.

M. L.- Peor para la unidad de Europa.

N. P.- Por supuesto, esto supondrá una pesada hipoteca para la unidad europea y, por tanto, será esencial vigilar la resistencia económica y social de nuestras sociedades. Porque lo que está en juego no es sólo la estabilidad económica, sino la unidad política en general y también la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Si perdemos eso, aún más.

S. G.- Por supuesto, se pueden hacer predicciones, pero no me considero cualificado. Anadiría, sin embargo, que hay una variable más: que no sabemos realmente cuál es el grado de apoyo interponen Rusia con respecto a la aventura de Putin.
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