Un Parlamento fragmentadoAl igual que nuestro país, Bulgaria desarrolló pronto un sistema de partidos relativamente estable, caracterizado por una oposición de dos bloques: el socialista, liderado por el BSP, y el conservador, compuesto principalmente por la Unión de Fuerzas Democráticas (SDS). Sin embargo, la aparición del partido del heredero a la corona (el Movimiento Nacional Simeón II) puso fin, en el año 2001, a lo que de otro modo pronto se reveló como un espejismo de estabilidad. Desde entonces, la puerta ha permanecido abierta a la entrada de nuevos partidos carismáticos. Como era de esperar, el número de partidos no dejó de aumentar constantemente. Así, se pasó de sólo cuatro con representación parlamentaria en 2001 a siete en las últimas elecciones el pasado noviembre. Esto ha hecho que, al igual que en España desde 2015, la formación de un Gobierno estable se haya convertido en tarea imposible.
Un sistema polarizadoAl mismo tiempo, comenzaron a aflorar nuevos partidos de carácter anti-sistémico. Quizás el caso más destacado sea el de la Unión Nacional Ataque, un partido de extrema derecha anti-musulmán con representación parlamentaria entre 2005 y 2021, cuando fue sustituido por otro partido pro-ruso y anti-confinamientos (Renacimiento). Además, según las últimas encuestas, hasta cuatro partidos populistas tienen posibilidades de entrar en el Parlamento. Al igual que en el caso español, el apoyo electoral a dichos partidos se ha más que duplicado en la última década, dificultando cada vez más la cooperación partidaria. Teniendo en cuenta la actual guerra en Ucrania, la crisis de la Covid-19 y las altas tasas de inflación, no podemos sino esperar que los niveles de polarización sigan aumentando.
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Rivalidad hostilLas elecciones de abril de 2021 fueron ganadas por una alianza electoral entre el entonces partido en el poder (Gerb) y el conservador SDS. Sin embargo, como ninguno de los demás estaba dispuesto a cooperar con la alianza, hubo que celebrar unas nuevas elecciones tan sólo tres meses después. Éstas fueron ganadas, por un margen muy estrecho, por los populistas de ITN, quienes se negaron a cooperar con ningún otro partido. De este modo, y debido a la excesiva fragmentación parlamentaria, las tan temidas terceras elecciones se hicieron inevitables. Sorprendentemente el PP, una nueva formación creada en torno a dos exministros (Kiril Petkov y Asen Vasilev) en el Gobierno provisional designado en mayo por el presidente Rumen Radev, ganó estos terceros comicios, celebrados en noviembre. Esta vez, la enorme presión social predispuso a los principales líderes a cooperar y llegar a acuerdos antes imposibles. El resultado fue la formación, a mediados de diciembre, de un Gobierno de coalición ideológicamente muy heterogéneo formado por el recién creado PP, el populista ITN, el socialista BSP y representantes de sus oponentes históricos (DB). Dadas sus grandes diferencias programáticas, los expertos pronto advirtieron sobre su fragilidad, pronosticando que una nueva convocatoria electoral era sólo una cuestión de tiempo.
Lucha fratricida dentro del GobiernoLos partidos búlgaros, en vez de competir en virtud de la tradicional división derecha-izquierda, se han presentado desde 2001 sobre la base de un 'clivaje' 'statu quo' vs. cambio y, últimamente, pro- vs. anti-Gerb. Debido a que todos los partidos prometieron en campaña no cooperar con Gerb y su socio SDS, la única alternativa era un Gobierno de coalición programáticamente muy diverso. Tal incoherencia ideológica fue enfatizada aún más por la guerra en Ucrania, la decisión de Gazprom de cortar el suministro de gas y el problema de Macedonia del Norte. BSP es pro-ruso y se opone, junto con ITN, a levantar el veto de Bulgaria a la adhesión de Macedonia del Norte a la UE. Ello en claro contraste con PP y DB que, en sintonía con la alianza opositora (Gerb-SDS), tienen una posición europeísta y apoyan tanto las sanciones contra Rusia como la solución propuesta por Francia para Macedonia del Norte. Todos estos asuntos han puesto en tela de juicio la mencionada dimensión de competencia partidista (pro vs. anti-Gerb), marcando el cambio hacia un enfrentamiento entre partidos pro-rusos vs. pro-europeos, característico de ex-repúblicas soviéticas como Ucrania, Letonia o Moldavia.
¿Qué puede deparar el futuro?Con el aumento de la fragmentación (con la aparición de un nuevo partido nacional-conservador pro-ruso llamado Bulgaria Crece) y la polarización (debido, entre otras cosas, a que el partido Renacimiento está aumentando sus apoyos), la continua falta de cooperación entre partidos ideológicamente dispares y la aparición de una dimensión competitiva dan como resultado –tal y como ya predijeron los autores de este artículo hace unos meses– sólo puede ser una mayor inestabilidad del sistema de partidos y un declive democrático; especialmente si, después de más de 30 años de democracia, los partidos persisten en defraudar las expectativas de sus votantes.