(El Centro de Economía Global y Geopolítica de Esade ha programado, en colaboración con la Secretaría de Estado de la Unión Europea (SEUE) del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación (MAEC) un ciclo de seminarios destinados a analizar y plantear propuestas sobre los desafíos estratégicos; económicos y monetarios; tecnológicos; industriales y energéticos, así como sociales en España y la Unión Europea con motivo de la asunción por España, durante el segundo semestre de 2023, de la Presidencia del Consejo de la UE)
Los ámbitos de energía e industria están íntimamente entremezclados en el seno del debate europeo. La crisis energética derivada de la guerra en Ucrania y las medidas de emergencia propuestas por el liderazgo de la Unión Europea (UE) se entrelazan en una disputa entre el interés nacional de los Estados miembros y la voluntad integracionista que lleva persiguiendo la Unión desde finales del siglo pasado. Las elevadas dependenciasdel exterior en sectores estratégicos, la deteriorada relacióncon socios comerciales en materia energética como Rusia, que condiciona sistemáticamente las garantías de suministro estratégico al continente, y la acuciante amenaza del cambio climático se ofrecen como un caldo de cultivo idóneo para la reflexión y el debate -en clave española y europea- sobre cuáles tienen que ser nuestros próximos pasos en la delimitación y ejecución de nuestros proyectos prioritarios.
El papel de la industria en el refuerzo de la soberanía europea
La crisis energética a raíz de la invasión rusa en Ucrania ha puesto en primera línea del debate la cuestión de la soberanía europea en materia energética. No solo porque afecta a los precios y al suministro de energía al continente, sino también en ámbitos de importancia estratégica. En el caso de la industria, el aumento desorbitado de los precios de las materias primas y de la propia energía ha provocado un varapalo al músculo industrial europeo, donde Europa lleva desde finales del siglo pasado cediendo capacidad de producción hacia otros países, especialmente a China.
El componente industrial debe incluirse en los cálculos políticos en el ámbito energético. La energía es un input esencial para la industria y el coste de la energía es un factor fundamental para determinar su competitividad. Tal y como reflexionaba el Secretario General de Industria y de la Pequeña y Mediana Empresa Raúl Blanco, Europa necesita recuperar su capacidad industrial para mitigar su dependencia del exterior en sectores estratégicos como la industria de los semiconductores y en el ámbito de las materias primas.
La actual coyuntura obliga a reconsiderar el diseño de los mercados eléctricos
La extrema volatilidad de los precios del gas a consecuencia de factores exógenos como la actual situación en Ucrania también evidencia el problema que supone el actual diseño en los mercados eléctricos. Al fijarse la retribución del conjunto de las tecnologías según el precio del gas, se eleva la retribución de tecnologías de los productores de electricidad inframarginales (renovables, nuclear y lignito) cuyos costes hoy siguen siendo exactamente los mismos que cuando recibían 45 o 50 € el megavatio hora. Esto está a su vez aumentando la inflación y llevando incluso al Banco Central Europeo a subir los tipos de interés a unos niveles también sin precedentes. En palabras de la Catedrática de Economía de la Universidad Carlos III, Natalia Fabra, resulta un inconveniente añadido el hecho de que la respuesta a la crisis energética en el corto plazo haya sido aumentar la quema de los combustibles fósiles con la reapertura de sus centrales de carbón como ha sido el caso en Italia, Alemania y España. Por eso, si algo puede enseñarnos la actual crisis energética es que el diseño del mercado eléctrico tal y como lo tenemos actualmente configurado no sirve para una coyuntura de emergencia ni tampoco para abordar el futuro.
De momento, el Consejo de la UE ha acordado las siguientes medidas de emergencia para intentar poner coto al aumento de los precios de electricidad:(I) un objetivo voluntario general de reducción de consumo bruto de electricidad del 10% y la obligación de reducir el consumo en horas punta del 5%; (II) la fijación de un tope de los ingresos de mercado en 180 € el megavatio hora para los productores de electricidad, (III) la fijación de una contribución solidaria temporal sobre las ganancias de las empresas dedicadas al sector de combustibles fósiles; y (IV) medidas minoristas para pymes. Los Estados miembros y la Comisión siguen barajando más medidas para proteger a los consumidores de la subida de los precios de la energía. Estos modelos incluyen contratos diferenciados con los productores de electricidad inframarginales para fijar precios baratos para los consumidores durante largos periodos, normalmente de 15 años, o ‘europeizar’ el modelo de la excepción ibérica al resto del continente. Además, la Comisión ya ha anunciado que presentará una iniciativa legislativa para reformar el mercado eléctrico de la UE en el primer trimestre de 2023.
Si bien estas medidas contribuirán a paliar el problema, no serán suficientes en impulsar una transición eficiente y justa si los mecanismos de mercado no son capaces de trasladar al consumidor final los verdaderos costes de la generación eléctrica. Para atajar este problema estructural, habría que rediseñar el mercado eléctrico de forma que en cada momento las centrales de menor coste sean las encargadas de cubrir la demanda, y que los riesgos entre las partes del mercado sean asignados de manera eficiente mediante contratos a largo plazo que reflejen la diversidad de las tecnologías. No es lo mismo una asignación de riesgos en las tecnologías intermitentes o las gestionables, o incluso en otras que aporten capacidad firme del sistema, por lo que la diversidad en la asignación de riesgos debe indiscutiblemente encontrarse en la ecuación de la reforma energética.
La transición a energías renovables como hoja de ruta para la nueva estrategia energética en Europa
Si queremos ser competitivos y plantear una estrategia energética europea, es indispensable reflexionar sobre nuestras fuentes de suministro y abrir la puerta al debate sobre disponer de una política energética común en materia de acceso a las materias primas necesarias para el desarrollo, tanto de la energía convencional como de las nuevas energías. Esto último es vital, pues la transición a energías renovables es una prioridad en la agenda europea desde antes de la invasión rusa y de la pandemia, y ha terminado por entrelazarse con los actuales retos energéticos e industriales. La transición hacia un modelo energético limpio necesita a su vez no crear nuevas dependencias, sobre todo relacionadas con los materiales que necesitamos para un sistema más renovable y electrificado.
Si abordamos el papel de la transición energética a energías renovables, chocamos frontalmente con una falta de regulación que nos permita contar con unos retornos seguros a potenciales inversiones, como en el caso del hidrógeno verde. En esta fuente de energía existe una falta de ‘europeización’ de cadenas significativas como la tecnología de las membranas, externalizadas en China. En palabras del presidente de Petronor, Emiliano López de Atxurra, España debe asociar el tema energético en la cadena de valor tecno-industrial europea. Esto requiere una posición común desde la comunidad ibérica energética que conforman España y Portugal en el debate sobre la soberanía estratégica europea, en un momento clave donde España asumirá la presidencia del consejo en 2023. Tenemos que ir a esa cadena de valor en sectores como la automoción, la minería o las materias primas (como en el caso del litio, el níquel o el cobalto), y este debate no puede suceder sin una estrategia tecno-industrial fuerte y consecuente. España debe estar en ese centro de decisión, aprovechando las fuentes de gas renovable e hidrógeno que tenemos a nuestro alcance y la capacidad de almacenamiento que tenemos. Esto nos ayudará no solo en el terreno energético, climático e industrial, sino que también nos permitirá reforzar nuestra seguridad nacional y de defensa.
Se están dando algunos pasos importantes hacia esta dirección. Por ejemplo, el abandono del proyecto MidCat a favor del BarMar, un reciente compromiso entre España, Francia y Portugal de construir un conducto submarino para trasladar hidrógeno verde. Este proyecto no solamente reforzaría la apuesta por las energías renovables en vez de mantenerse anclado al gas natural como combustible de transición, sino que marca un fin de la separación energética entre la Península y el resto del continente europeo.
En el caso de las baterías y los semiconductores, lo que va a marcar es la demanda. Conforme esa demanda se vaya constituyendo y acelerando, los proyectos de descarbonización y del input del hidrógeno como materia prima para la siderurgia los acompañarán. El Banco Europeo del Hidrógeno, que fue anunciado recientemente por la Comisión, es un acelerador significativo de la europeización de las cadenas de valor en la tecnología del hidrógeno estimulando las inversiones de producción de hidrógeno renovable con un presupuesto de 3 mil millones €. Si bien es un paso importante, necesitamos compaginarlo con la capacitación, el desarrollo de tecnologías propias y el I+D para impulsar una tecnología todavía no madura.
La UE tiene por delante un reto ambicioso pero alcanzable. La guerra en Ucrania, la inseguridad energética y la interrupción en las cadenas de suministro de material esencial nos advierte que la soberanía energética europea debe indiscutiblemente ir en el centro de las futuras decisiones políticas que se adopten en Europa. Queda un largo camino en la reforma del diseño del mercado eléctrico donde las fuentes de menor coste sean las encargadas de cubrir la demanda y se asignen eficientemente los riesgos entre las partes del mercado. En la transición a energías renovables, la oportunidad del BarMar para el transporte de hidrógeno permitirá a la Unión ser consecuente en su línea prioritaria de mitigar los efectos del cambio climático y abanderar un modelo de transición estable, intercomunicado y sostenible.
Debemos trabajar conjuntamente para conseguir una cierta seguridad en el abastecimiento de unos servicios para los que contamos con capacidades. De lo contrario, la dependencia del exterior acabará atándonos de manos y condicionará nuestra capacidad de respuesta tanto en los retos actuales como en aquellos que se asomen por el horizonte.