Venimos de presenciar en los últimos días la primera gran batalla interna en Vox, en la que la cúpula ha cerrado la puerta a la reincorporación de Macarena Olona y ésta se ha vengado exponiendo públicamente algunos de sus trapos sucios. El ‘linchamiento’ sufrido por la excandidata por Andalucía inmediatamente quedó ligado al sector del partido liderado por Jorge Buxadé, vicepresidente de Acción Política y portavoz en Bruselas.
Es la primera vez que se habla de forma tan pública de sectores dentro de Vox con intereses divergentes. Bueno, más bien la primera vez que se destapan estas batallas a nivel estatal, debido a que ya se han vivido episodios similares a escala local, aunque con un eco mediático mínimo, como cuando se denunció un pucherazo en la elección de la dirección del partido en Barcelona a favor del sector proveniente de la ultraderechista Plataforma per Catalunya (PxC). Entre éstos están los actuales diputados autonómicos Juan Garriga y Mónica Lora, además de cuadros intermedios como Jordi de la Fuente o Sergi Fabri.
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Este sector es minoritario dentro del partido y apuesta por virar el discurso de la formación hacia postulados mucho más cercanos al resto de la extrema derecha europea: es decir, además de nativismo, populismo y autoritarismo, añadirles antielitismo y chovinismo del bienestar. Es decir, mucha más pugna contra las elites globalistas –la UE, la OMS, las ONGs, etc.–, y superar la agenda económica neoliberal que actualmente promueve el sector mayoritario en Vox, apostando por un modelo más social, pero eso sí, sólo para el nacional o nativo.
Como puede observarse, el sector minoritario tiene su feudo en Catalunya: Buxadé también es catalán, y de fuera de la comunidad autónoma sólo destacan Rocío de Meer, diputada, y Javier Ortega Smith, el secretario general. Además, por el momento parece claro que entre dirigentes su correlación de fuerzas difícilmente será suficiente como para subvertir a la línea mayoritaria, ¿pero qué decir sobre las preferencias políticas de sus votantes?
Si reinara la línea buxadista, la línea política más asimilable al resto de ultraderecha europea, ¿estaría el electorado de Vox más a gusto y convencido de votarlos? O en otras palabras, ¿tendrían un electorado más fiel y por lo tanto más solidez electoral?
En la mayoría de condiciones, esta pregunta de investigación sería prácticamente imposible de resolverse. Se necesitaría dinamizar una amplia serie de grupos de investigación cualitativa que ahondasen en descubrir cuál sería el comportamiento de sus electores ante distintos escenarios, lo cual sería muy costoso.
Sin embargo, por suerte para los investigadores, precisamente en Catalunya nos encontramos con lo que en ciencias sociales denominaríamos un experimento natural: una situación producida espontáneamente que nos dota de condiciones para estudiar en profundidad un fenómeno. En las elecciones catalanas de 2010 PxC y el PP obtuvieron los mejores resultados de su historia en la autonomía, el primero estuvo a punto de entrar en el Parlament y el segundo consiguió 18 escaños.
¿Por qué son tales partidos relevantes para escudriñar las preferencias de los votantes de Vox? Veamos. PxC sería el partido no marginal que hasta ahora más se ha asemejado a la derecha radical populista europea. Un partido cuyos tres pilares fundamentales eran el nativismo, la xenofobia y el populismo, y que se encontraba desligado discursivamente de todo nacionalismo –catalán o español– con tal de maximizar votos. De esta manera, PxC no quedaba lastrado por la retórica y las inclinaciones típicas de la ultraderecha española clásica, franquista de herencia. El programa político de ésta se ha caracterizado por un fuerte sesgo religioso, mayor énfasis en la cuestión nacional que en la racial, y un elitismo que les ha alejado históricamente de las capas más populares. Al fin y al cabo, un nacionalcatolicismo diferenciado en muchos aspectos del fascismo clásico, que impregnó en su día la hoja de ruta de Alianza Popular –precedente del PP– y que hoy representan dentro de Vox figuras como Iván Espinosa de los Monteros o Rocío Monasterio.
Por lo tanto, por un lado, el sector mayoritario de Vox representaría ideológicamente –y en muchos casos también orgánicamente– ser una escisión radical de los populares, un intento de volver a la lucha cultural contra el progresismo y los nacionalismos periféricos desde el nacional-conservadurismo, al considerar que el PP se había estado ablandando y comprándole el marco a la izquierda. Por otro lado,
el sector minoritario encarnaría una continuación de PxC, pero esta vez con tintes desvergonzadamente españolistas.
Así pues, ya que tanto el PP como PxC obtuvieron su máximo potencial en 2010 podemos medir con alta exactitud la correlación de los resultados de estas dos formaciones con los resultados de Vox en las autonómicas catalanas de 2021, en las que consiguieron 11 diputados. De esta manera observaremos de qué se compone más el electorado actual de Vox, si de nativistas del bienestar –exvotantes de PxC– o si de votantes conservadores españolistas descontentos con la 'moderación' del PP.
Así realizo estos dos gráficos de correlación cogiendo las secciones censales como unidad de análisis, que es la medida administrativa disponible más precisa y pequeña –la zona en la que nuestro colegio electoral se encuentra básicamente–. Cuanto más se alineen los puntos con la línea diagonal, más correlación habrá, y cuanto más esparcidos y desalineados estén, menos.
Como observamos, la correlación entre votos a PxC y a Vox –en negro– es muy débil. En cambio, la de PP y Vox –en azul– es muy alta. Consecuentemente podemos concluir que el electorado catalán de Vox proviene en gran parte de votantes del PP que se han pasado a Vox por representar éste una versión radicalizada de los populares. En cambio, los electores que beben de una tradición más nativista y xenófoba, lejos del conservadurismo derechista, representan en todo caso una minoría.
Esto quiere decir que, si Vox se desviase de su imagen actual de escisión nacional-conservadora del PP y se aproximase más a una retórica más europea, al menos en Catalunya, perdería bastante de su fuelle electoral, en favor del PP. Por lo tanto, un movimiento interno así sólo profundizaría más en el ‘efecto Feijóo’, es decir, que Vox extravíe más y más apoyo en favor del PP.
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Manuel Ángel Laya (Europa Press)