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CRISTÓBAL MANUEL

El voto radical entre los jóvenes españoles

Mélany Barragán Manjón, José Manuel Rivas Otero

5 mins - 29 de Noviembre de 2022, 07:00

Hasta el estallido de la crisis financiera de 2008 y su traslado a la esfera política y social con el 15-M los jóvenes españoles mostraban un notable desinterés por la política. No obstante, la decepción hacia una sociedad que había fallado en su promesa de bienestar actuó como acicate para la movilización y reivindicación política. Se gestó así una nueva cultura cívica entre los más jóvenes, despertando un nuevo interés en la política que no tuvieron sus padres y generando nuevos espacios de socialización muchas veces apoyados en recursos mediáticos y digitales. Pero la crisis, con todas sus ramificaciones, no solo sirvió para despertar el interés por la política en los más jóvenes, sino que también puso de manifiesto el agotamiento de muchas de las asunciones heredadas de la Transición española: el protagonismo exclusivo de los partidos tradicionales, una sociedad civil menos movilizada que en otros países europeos y una idea de participación que nunca llegó a implicar a una parte sustancial de la ciudadanía. 

Once años después de aquel 15-M, y tras una crisis sanitaria con consecuencias económicas y sociales, el escenario no es tan presto a la movilización ni alberga tantas esperanzas. Si hace una década la crisis sirvió como ventana de oportunidad para la aparición de nuevos movimientos y fuerzas políticas, la actual coyuntura está marcada por la tensión, la polarización y el apoyo electoral a opciones radicales. Con la transformación del sistema de partidos derivada de la crisis de representación que propició el 15-M, aparecieron nuevas fuerzas políticas que quebraron las tendencias centrípetas que caracterizaban al modelo español. Primero fue Podemos (posteriormente Unidas Podemos), el cual nació en 2014 como apuesta a una nueva cultura política que empoderara a nuevos actores y otorgara un papel más activo a la sociedad civil. Un lustro después, en 2019, entró en las instituciones Vox, con un discurso nacionalista y nativista apegado a una visión autoritaria de la sociedad.

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El incremento de la oferta partidaria en los extremos del eje ideológico encontró apoyos electorales tanto entre jóvenes como en adultos. No obstante, Unidas Podemos y Vox presentan diferencias en su capacidad de movilización. Mientras que el primero genera más apoyos entre los jóvenes que entre los adultos, Vox ha sido capaz de adoptar estrategias que movilizan a todos los grupos de edad. Esto se debe, en parte, a que además de adoptar la narrativa anti-establishment compartida por la izquierda radical, se apoya en otros elementos como la inmigración o la inseguridad. Así, en un contexto de crisis económica e incertidumbre, la extrema derecha logra movilizar a votantes de todas las edades aludiendo a la disminución de la seguridad laboral y generando un discurso de amenaza con relación a la inmigración, el orden global y el incremento de la diversidad.

La polarización de los discursos ha calado en una parte de los jóvenes, incrementando el voto radical entre este grupo de la población. Ahora bien, ¿en qué se diferencian y en qué se asemejan los jóvenes que se ubican en los extremos ideológicos? Atendiendo a los datos de la Encuesta Social Europea, con base al recuerdo de voto en las últimas elecciones, las características de los jóvenes que apoyan a partidos de izquierda radical son diferentes de las que votan a la extrema derecha

Los jóvenes votantes de Unidas Podemos tienen un perfil sociodemográfico muy marcado: son mayoritariamente mujeres, residentes en zonas urbanas y sin sentimientos religiosos. Estas variables, sin embargo, no son significativas para explicar el voto a Vox, ni siquiera el sexo, a pesar de que los hombres votan más a este partido que las mujeres. ¿Qué une a ambos grupos? La insatisfacción hacia el gobierno. Y es que ambos partidos son consecuencia del desencanto hacia la gestión gubernamental, aunque paradójicamente la organización morada forme parte del Ejecutivo.



Resulta interesante, además, comparar el voto joven a estos partidos respecto al del resto de ciudadanos. Así, si bien entre los grupos de menor edad el voto a Unidas Podemos se explica por la insatisfacción hacia el funcionamiento del gobierno y de la democracia, entre el resto de los grupos etarios se explica por un alto interés en la política, la desconfianza hacia los políticos, la buena opinión hacia los inmigrantes y el vínculo emocional con España, además del hecho de haber trabajado en partidos, pero no en otro tipo de organizaciones. 

En el caso del voto a Vox, con independencia de la edad, se explica por la ideología y la insatisfacción con el gobierno, pero, al igual que ocurre con el voto a Unidas Podemos, hay diferentes causas entre el voto joven y el voto de los ciudadanos de cualquier rango de edad. Entre los segundos, las variables significativas son el alto interés en la política, la desconfianza en los políticos, la percepción negativa hacia la inmigración y el vínculo emocional con España. En cambio, estas variables no tienen impacto en el voto joven a Vox, que se explica también con el rechazo a una mayor integración europea.

El voto a opciones radicales responde a razonamientos más emocionales que racionales, recogiendo el desencanto y la frustración acumulados. En el caso de los jóvenes, está condición se ve más acentuada que en los adultos debido a que cuentan con menor experiencia, un carácter más maleable y, por lo general, menos responsabilidades. En un contexto de fuerte crispación, las opciones radicales encuentran una ventana de oportunidad para calar entre la población y, en especial, entre aquellos que se aproximan a la política desde la emoción.

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