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QUETZALLI NICTE HA

Renovables, el 'milagro' económico de España

Pedro Fresco

7 mins - 15 de Diciembre de 2022, 07:00

No resulta aventurado decir que los últimos dos años y medio han cambiado el mundo. La pandemia supuso la certificación, por segunda vez en una generación, de que el estado es imprescindible para solventar grandes crisis sobrevenidas y, además, despertó una nueva conciencia sobre los riesgos de tener cadenas de producción deslocalizadas. El posterior conflicto geopolítico con Rusia y la crisis energética asociada han incidido en la necesidad de disponer de independencia productiva, en este caso energética. La historia es una disciplina que solo se puede estudiar desde el futuro, pero podemos decir con cierta seguridad que el mundo de la globalización probablemente ya ha acabado, y los principios neoliberales que adoptó Occidente en este periodo anterior no parece posible que sobrevivan sin él.

Nadie sabe muy bien qué viene a continuación pero sí sabemos que los momentos de cambio son momentos de riesgo, aunque también de oportunidades. La situación energética europea actual no es nada fácil pero debemos leer las oportunidades que se abren ante nosotros. España debería saber leerlas mejor que nadie, porque la historia nos ha concedido por primera vez en muchas décadas (yo diría que en siglos) estar en el sitio adecuado en el momento adecuado.

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Europa vuelve a relocalizar parte de la producción que había deslocalizado en otros continentes. Es un proceso que venía de antes, por la voluntad de no perder tecnologías de alto valor añadido y componente estratégico como las baterías de litio, pero que después de las rupturas experimentadas se ha extendido a multitud de sectores, desde los microchips hasta los paneles solares. Esto sin duda es un cambio de tendencia frente a los procesos deslocalizadores de los últimos 40 años.

En este contexto España emerge como un destino especialmente atractivo para acoger estas industrias debido a dos características fundamentales. A corto plazo, porque a diferencia de gran parte de nuestros socios europeos aquí no tenemos la seguridad de suministro comprometida. El sistema de regasificadoras ibérico permite no tener dependencia de un solo proveedor y permite estar blindado ante chantajes energéticos como el ruso. Además, tenemos una conexión gasística con Argelia que en principio no está en riesgo, pero aunque lo estuviese las regasificadoras podrían solventar toda la demanda ibérica de gas. Esta seguridad energética es clave para la industria, ya que aquí no se va a cortar una actividad industrial esencial debido a una ola de frío invernal.

Pero más importante que esta cuestión de corto plazo es otra cuestión estructural, que es el enorme potencial renovable de la península ibérica. No será el gas natural la energía de las industrias del futuro, sino la electricidad y los gases renovables, y en España tenemos capacidad de producirlos de forma más barata que nuestros socios. El potencial solar de España es el mayor de Europa y aquí las empresas pueden hacer PPA’s (Power Purchase Agreement, acuerdos de venta de energía entre una planta renovable y un consumidor final) a precios más de 20 €/MWh inferiores a países como Alemania. Esta diferencia puede suponer millones de euros anuales de ahorro para industrias electrointensivas respecto a localizar esta misma actividad en Alemania. Lo mismo serviría para una planta de autoconsumo industrial, que además genera una ventaja competitiva para la mitad sur de España, menos industrializada que la franja norte.



Con la eólica terrestre pasa algo similar, los precios de los PPA eólicos en España también son generalmente más baratos que en casi todos los países de Europa, quizá con la excepción de Escandinavia, cuyo potencial solar en cambio es muy reducido. Al final es en la península ibérica donde se puede conseguir los mejores precios de electricidad renovable y, por tanto, un precio eléctrico competitivo a futuro, y con esto me refiero en un par de años. Así lo indican los mercados de futuros de electricidad, que en el lustro 2025-2029 ofrecen precios inferiores a 70 €/MWh para el mercado ibérico, mientras que apuntan a 129 €/MWh en Alemania y a 130 €/MWh en Francia

Y si la electricidad es barata, el hidrógeno verde, una nueva industria que nace ahora para descarbonizar los procesos industriales, también lo será al ser su fuente primaria precisamente la electricidad renovable. Si hay un país que puede producir hidrógeno verde de forma económicamente viable ese es España, y por tanto podrá liderar esta industria a nivel europeo. 

Algunas proyecciones actuales nos dicen que España podría tener más de 70 GW de energía solar y 50 GW de energía eólica instalados para 2030. Esto podría generar más del 80% de la electricidad que hoy consume España, aunque nuestro consumo eléctrico también aumentará, en parte, para desplazar consumos energéticos fósiles. Gracias a nuestra orografía montañosa podremos instalar bombeos hidroeléctricos para almacenar esta energía en grandes cantidades y las baterías, que ya comienzan a proliferar en algunos hogares, se generalizarán. Incluso tenemos mucho camino por delante para producir biogás, industria bastante poco desarrollada en España a pesar de tener el recurso gracias a nuestra gran producción agroalimentaria y ganadera. 

Nuestro potencial es enorme, pero las cosas no suceden por inercia. Para poder aspirar a ser la región de Europa más beneficiada por el nuevo proceso relocalizador no hay que perder un minuto en convertir el desarrollo renovable en la prioridad máxima de España y hacerlo con un claro afán reindustrializador. Es durante esta década cuando tenemos el potencial para conseguirlo, porque si dejamos escapar esta oportunidad durante la siguiente década, ya con la seguridad energética europea restablecida y con el enorme potencial eólico marino del mar del norte desarrollado, nuestra ventaja competitiva podría esfumarse. 

Este proceso reindustrializador, a su vez, debería valernos para cambiar nuestra base económica y, también, la actual distribución de rentas. Con una energía más barata que los socios de nuestro bloque ya no habría excusas para recurrir a la devaluación salarial como argumento de competitividad. Nuestra competitividad debe ser nuestro sol y nuestro viento, no nuestros bajos salarios, de hecho, debemos aspirar precisamente a una estructura económica donde los salarios reciban mayor porcentaje de los beneficios, que es más propia de economías industriales. 

A pesar de la situación, del enorme problema energético para las industrias y hogares y la incertidumbre de la guerra en el Este y sus consecuencias, no debemos perder la perspectiva como país. Las medidas a corto plazo son necesarias y nos permitirán aguantar, pero es en estos momentos de dificultad cuando hay que hacer las apuestas más valientes. La propia necesidad de impulsar nuestra autonomía energética nos empuja en esta misma dirección, así que hagámoslo con la máxima intensidad para aprovechar esta ventana de oportunidad que nos ha traído la historia. Decía Manuel Azaña que a los españoles los acontecimientos de los últimos 200 años siempre les habían pillado desprevenidos. Esta vez no, esta vez sabemos el camino y lo tenemos todo para estar en el vagón de los países pioneros. No lo desaprovechemos. 

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