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con la colaboración de:
OLIVER HOSLET/POOL (EFE)

Las relaciones UE-África necesitan una nueva estrategia

Nicoletta Pirozzi

8 mins - 20 de Diciembre de 2022, 07:00

La guerra de Ucrania ha llevado inevitablemente a la Unión Europea a concentrar sus esfuerzos diplomáticos, militares y humanitarios en su flanco oriental. Sin embargo, los europeos no deben cometer el error de olvidar la dimensión meridional, que llama a sus puertas con acuciantes necesidades humanitarias, inestabilidad prolongada e intervenciones extranjeras. De hecho, el Mediterráneo y el continente africano representan una oportunidad única para las ambiciones estratégicas de la UE, en un contexto de creciente confrontación geopolítica.

Sin embargo, el progresivo deterioro de las relaciones de la UE con África no es un subproducto de la agresión rusa en Ucrania. Tras el prometedor lanzamiento de un proceso de diálogo y cooperación de continente a continente a través de la Estrategia Conjunta África-UE en 2007, las diferenciales derivadas de una asociación desigual y del legado del pasado colonial resurgieron en la última década.

Un momento crucial fue la crisis libia de 2011, cuando el intento de la Unión Africana (UA) de encontrar una solución negociada fue desestimado en favor de un ataque militar por parte de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, seguido sólo más tarde por una intervención de la OTAN respaldada por Naciones Unidas. El enfrentamiento continuó por la gestión de la ‘crisis de los refugiados’ en 2015-16 y alcanzó un nuevo punto álgido durante la pandemia, cuando muchos en África se sintieron defraudados por el despliegue de vacunas de Europa, debido a la lentitud de las donaciones de Europa y a la controversia sobre una exención de patentes propuesta en primer lugar por Sudáfrica e India.

Mientras tanto, el vacío dejado por Europa ha sido rápidamente ocupado por otros actores con intereses divergentes o contrapuestos: Rusia y su grupo mercenario Wagner en Malí y la República Centroafricana, los Estados del Golfo y Turquía en el Cuerno de África y China con su patrocinio de grandes proyectos de infraestructuras desde Egipto a Nigeria.

Nuevos retos
La invasión rusa de Ucrania ha expuesto las relaciones UE-África a una nueva serie de desafíos y ha puesto en duda la capacidad de los líderes europeos para corregir la asociación. La inseguridad alimentaria en los países africanos se ha visto exacerbada por el aumento de los precios de los alimentos y los fertilizantes inducido por la guerra y el bloqueo, impuesto por Rusia, de las exportaciones de trigo de Ucrania, de las que dependen en gran medida algunos países africanos. El presidente ruso, Vladimir Putin, logró tergiversar ante los dirigentes africanos la crisis alimentaria como consecuencia de las sanciones impuestas a Moscú por Occidente.

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Además, para garantizar el apoyo militar al gobierno ucraniano y las fuerzas armadas, la UE ha activado por primera vez el Fondo Europeo para la Paz (FEP), creado en 2021 mediante la fusión del Fondo de Apoyo a la Paz para África (FAPA) y otros instrumentos. Del presupuesto de 5.620 millones de euros del EPF para 2021-27, ya se han comprometido 3.100 millones de euros para Ucrania, lo que hace temer a los socios africanos que el compromiso europeo con la paz y la seguridad en África disminuya significativamente.

Más de 7,8 millones de refugiados procedentes de Ucrania han entrado en la UE en 2022, con un número récord de los que han recibido protección temporal. Mientras tanto, menos de 140.000 llegadas por mar a través del Mediterráneo han desatado una nueva polémica entre los Estados miembros de la UE sobre las tareas de rescate, acogida y reubicación. Esto ha expuesto a la UE a acusaciones de doble rasero en el trato a los migrantes y refugiados procedentes de Ucrania, por un lado, y de África y Oriente Medio, por otro.

Ciertamente, los países africanos están divididos respecto a Ucrania, como demuestran las votaciones en la Asamblea General de la ONU: en marzo, sobre la condena de la agresión rusa; en abril, sobre la suspensión del país del Consejo de Derechos Humanos, y, en octubre, sobre la anexión ilegal de cuatro regiones ucranianas.

Una postura más proactiva
En un contexto de creciente competencia geopolítica, la UE debe darse cuenta urgentemente de que África puede representar uno de los socios más legítimos para alcanzar su objetivo de ‘autonomía estratégica. Los europeos ya han comprendido que sus vecinos del sur pueden ayudarles a satisfacer sus nuevas necesidades de energía y materias primas, en el contexto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China y de las sanciones contra Rusia. Pero ha llegado el momento de adoptar una postura más proactiva hacia los intereses y preocupaciones políticas africanas, para aumentar la resiliencia de sus sociedades e instituciones.

Además, África no es sólo una posible alternativa a rivales estratégicos y socios poco fiables, sino también una puerta de entrada al sur global más amplio. Reforzando su relación con el continente africano, Europa podría recuperar su credibilidad en otros países en vías de desarrollo y emergentes, desde América Latina hasta Asia.

En un intento de revitalizar la relación entre ambos continentes, en febrero se organizó en Bruselas una Cumbre UA-UE, tras varios aplazamientos desde la última, celebrada en Abiyán en 2017, solo en parte debido a las restricciones de Covid-19. Las comisiones de la UE y la UA volvieron a reunirse en Bruselas a finales de noviembre para ponerse al día. A pesar de la buena acogida de las medidas de emergencia emprendidas o prometidas por la UE, se necesita un enfoque más sistémico para restablecer la confianza y colaborar en sectores clave.

En materia de seguridad alimentaria, por ejemplo, la UE acordó movilizar 570 millones de euros adicionales para África, un total de 4.500 millones de euros en subvenciones para 2024, y crear un grupo de trabajo conjunto sobre el acceso a los fertilizantes y su asequibilidad. Sin embargo, la naturaleza y el alcance del reto exigen abordar el cambio climático, las barreras al comercio intrarregional, el escaso desarrollo de las infraestructuras y la dependencia de las importaciones. También es necesaria una coordinación a largo plazo a través de las instituciones internacionales, como las agencias de la ONU y el G20.

La UE también reiteró su compromiso de destinar 600 millones de euros a la UA y a las operaciones de apoyo a la paz dirigidas por África para 2022-24. Pero para lograr una asociación eficaz en materia de estabilidad y gobernanza democrática, desde Libia hasta el Sahel, la UE debe mostrar más respeto por la agencia de los Estados africanos, invertir más en instituciones civiles y cooperar con los agentes del cambio de allí, como las comunidades locales y los grupos de mujeres. Un esfuerzo conjunto para reformar el sistema de mantenimiento y consolidación de la paz de la ONU, incluidos los planes de financiación, también podría forjar una asociación de paz y seguridad más eficaz.

Diálogo franco
En cuanto al cambio climático, en la COP 27 de Egipto se adoptó una Iniciativa del Equipo Europa sobre Adaptación al Clima y Resiliencia en África. Esta iniciativa movilizará más de 1.000 millones de euros para mejorar la identificación de riesgos, reforzar las políticas y la gobernanza y movilizar recursos adicionales. Forma parte de la estrategia más amplia ‘Global Gateway’, que debería intensificar las asociaciones de la UE mediante la realización de importantes inversiones en infraestructuras. Esto podría cambiar la situación radicalmente, pero para que resulte creíble, la UE tendrá primero que entablar un diálogo franco con África sobre sus prioridades, abordando las preocupaciones sobre el proteccionismo percibido en el Green Deal europeo y las consecuencias de su ‘carrera por el gas’ para las comunidades africanas.



En cuanto a la circulación de personas, a pesar de los esfuerzos por mejorar la cooperación con la UA y la ONU sobre los migrantes y refugiados varados en Libia y la ambición de abordar las causas profundas de la migración irregular y los desplazamientos forzosos, el núcleo de los esfuerzos de la UE sigue siendo reducir las llegadas a las costas europeas, contrarrestar las actividades de contrabando en el Mediterráneo y aumentar las repatriaciones a los países de origen en África. Es necesario un cambio de discurso para tratar los flujos de personas no como un problema de orden público, sino como un fenómeno estructural con potenciales beneficios económicos y sociales para Europa y África.

Así pues, la relación UE-África necesita urgentemente una nueva estrategia. Debe basarse en un contexto internacional que ha cambiado radicalmente, en un equilibrio más equitativo de beneficios y responsabilidades y en una visión a largo plazo.
 
El artículo original se ha publicado en Social Europe/IPS-Journal
 
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