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ASIER VERA SANTAMARÍA

Sin objetivos de desarrollo sostenible no hay Acuerdo de París

Jorge Moreno

6 mins - 2 de Febrero de 2023, 07:00

El año 2022 fue el año más cálido desde que hay registros en España y las emisiones de gases de efecto invernadero llevan dos años seguidos al alza, por lo que urge acelerar el ritmo para cumplir con los objetivos de reducción de emisiones establecidos por la Ley de Cambio Climático para 2030. Sin embargo, la Agenda 2030 y las interacciones de sus objetivos medioambientales con este proceso de descarbonización exigen una atención similar, ya que su progreso se ha estancado en los últimos años, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, también conocidos como Agenda 2030. Esta Agenda establece 17 objetivos económicos, sociales y medioambientales, que van desde la reducción de la pobreza y el hambre, hasta la protección de los ecosistemas terrestres y marinos, pasando por la igualdad de género o la circularidad en los sistemas de producción y consumo. Concretamente en España, los avances en los ODS 12 (Producción y Consumo Responsable), ODS 14 (Vida submarina) y ODS 15 (Vida de ecosistemas terrestres) han sido muy deficientes y requieren de una acción rápida y decidida si queremos cumplir con la Agenda 2030. 

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Las estrategias de descarbonización adolecen frecuentemente de una cierta visión de túnel, es decir, no suelen tener en cuenta otros efectos positivos o negativos colaterales en el consumo de recursos naturales, en el uso de suelo o la pérdida de biodiversidad, entre otros. En un intento de aumentar la concienciación sobre la importancia de la lucha contra la crisis climática, podemos caer en el error de simplificar las estrategias de reducción de emisiones. De hecho, no se han estudiado con suficiente profundidad los impactos que podrían tener las estrategias de descarbonización en los ODS. Los análisis para entender la naturaleza de las interacciones entre los objetivos medioambientales y sociales son muy útiles a la hora de formular políticas de mitigación del cambio climático, ya que permiten entender qué ODS se beneficiarán de ellas y en cuáles será necesario actuar con mayor decisión para compensar los posibles impactos negativos

En un estudio que hemos publicado recientemente analizamos precisamente qué implicaciones podrían tener las estrategias de descarbonización que se han planteado hasta ahora en algunos de los ODS de carácter social y medioambiental. Para ello, diseñamos escenarios que asumían estrategias globales orientadas a mantener la temperatura media global entre 1.5°C y 2°C, tal y como se establece en el Acuerdo de París. También comparamos esos escenarios con un escenario de referencia en el que los esfuerzos en las políticas de cambio climático se mantenían en línea con lo comprometido hasta 2030

Todos los escenarios excepto uno asumían que el grueso de los cambios necesarios vendrían de la manera en la que producimos energía y absorbemos el exceso de gases de efecto invernadero de la atmósfera. Esto implicaría diversas combinaciones de, entre otros, un despliegue a gran escala de instalaciones para aprovechar las energías solar y eólica, la biomasa, de estrategias de reforestación, de tecnologías de captura y almacenamiento de carbono.

Se pueden extraer varios mensajes positivos de este análisis (Figura 1). Estas estrategias de mitigación permitirían avanzar en otros aspectos de la Agenda 2030 como son la reducción de la pérdida de rendimiento de los cultivos por contaminación (ODS 2), el aumento del porcentaje de energías renovables (ODS 7), la reducción de la contaminación (ODS 11), el freno al proceso de acidificación de los océanos (ODS 14) y el incremento de la superficie forestal (ODS 15).

Sin embargo, los resultados de estos escenarios también sugieren un aumento drástico de los precios de los alimentos (ODS 2) y del agua (ODS 6). El aumento en la competición por el uso del suelo, los altos precios de emisiones de carbono que incrementarían el precio de los fertilizantes o las demandas de agua adicionales por el cultivo de biomasa y la concentración de algunos cultivos en determinadas zonas para dejar espacio a la reforestación son algunas de las dinámicas detrás de estos impactos.
 
Figura 1.- Evolución de los ODS analizados con respecto a sus valores en 2020 en escenarios tecnológicos. 
 
Otro de los escenarios diseñados asume un cambio de comportamientos en nuestra alimentación, nuestros modos de transporte y nuestros patrones de consumo de energía. Más concretamente, se asumen dietas con menor contenido de proteína animal, un transporte basado en la movilidad activa (andar y bicicleta), el uso transporte público y el tren en lugar del avión y el vehículo privado, y una reducción en los niveles de consumo de energía en los hogares. Los resultados de este escenario sugieren que se puede lograr una reducción de las emisiones compatible con el Acuerdo de París sin aumentar el precio del agua e incluso reduciendo el precio de los alimentos con respecto a un escenario de referencia donde la ambición de las políticas climáticas no aumenta. 


 
 
Estos resultados ponen de relieve que, si las estrategias de mitigación solo se centran en la manera de generar energía y absorber emisiones, aumentaría el riesgo de sufrir estrés hídrico y se produciría una escalada de los precios del agua y los alimentos que podría limitar su acceso por parte de colectivos vulnerables. En cambio, si se ponen en marcha políticas que faciliten y fomenten estilos de vida sostenibles, se podrían reducir estos impactos y lograr una transición más sostenible y justa. Esto no quiere decir que las políticas para frenar el cambio climático deban consistir en exigir a la población un esfuerzo económico adicional para reducir su huella ambiental, sino que se pongan en marcha desde las instituciones políticas públicas que faciliten e incentiven esos comportamientos más sostenibles. 
 
Esperamos que análisis como este centrados en las interacciones entre los recursos naturales y el ser humano sean cada vez más habituales en la formulación de políticas medioambientales para poder contribuir a alcanzar los objetivos compartidos de una manera más eficiente. Son relevantes porque ayudan a evaluar de antemano los impactos de las políticas e incorporan una visión integral y de largo plazo. Esto es especialmente útil en esta década, en la que ciencia nos advierte de que las medidas puestas en marcha pueden frenar (o no) procesos irreversibles que pueden alterar el equilibrio climático en el que nos encontramos. Está en nuestra mano actuar con contundencia y rapidez para poder legar a las generaciones futuras un planeta igual de sano que el que nosotros disfrutamos.

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