En Senegal, más del 70% de la población sigue
sin tener acceso a la electricidad. Esta es una de las razones por las que el país quiere iniciar la explotación de yacimientos de
petróleo y
gas en alta mar para finales de 2023. Tras su visita a Senegal a finales de mayo de 2022, el canciller alemán Olaf Scholz anunció que
sería concebible una cooperación en el campo de la producción de gas natural. Este anuncio dio lugar a acalorados debates:
en la información pública,
entre los activistas y
entre los miembros de la coalición alemana de Los Verdes. Es urgente aportar una perspectiva diferente al debate. Senegal es mi país natal: Nací allí en 1961 en Marsassoum, un pequeño pueblo de Casamance. No fue hasta los veintitantos años cuando salí del país para estudiar en lo que entonces era la República Democrática Alemana (RDA).
Hoy, Senegal es una excepción entre sus países vecinos, algunos de los cuales llevan décadas sacudidos por crisis y guerras. Reinan la paz y la democracia, pero cada año miles de personas parten en busca de una vida mejor en Europa. Los que se marchan no lo hacen por aburrimiento,
sino por necesidad existencial. Esto no debe ignorarse cuando se habla de la promoción de proyectos de gas en Senegal estos días.
En las últimas décadas, poco ha cambiado en el ámbito de la tecnología energética. Hoteles elegantes, complejos residenciales modernos y pequeñas aldeas siguen cocinando con leña, carbón o residuos vegetales.
En Senegal, el 58% de la población urbana y el 86% de la rural siguen utilizando esta forma de biomasa para cocinar y calentarse. La alternativa es el gas de bombona, disponible en las esquinas. Cada vez está más claro que la transición a las energías renovables es necesaria, pero no factible al menos en los próximos años. El uso de energías renovables en el país supera ya el 20%. Sin embargo,
no existe la infraestructura necesaria para ampliarlo. Por lo tanto, ¿debe Senegal renunciar a la modernización porque le estamos diciendo al país que a partir de ahora sólo puede disponer de energías renovables?
Una cuestión de justicia social y económica
Senegal tiene buenas razones para modernizarse. El gobierno espera utilizar los ingresos del gas para invertir en infraestructuras, concretamente en
transporte,
electrificación,
sanidad y
educación. Sobre todo, el suministro eléctrico a escala nacional es una prioridad de la política económica del gobierno. Se trata de una cuestión de justicia social y económica en el país. Además, el proyecto gubernamental de producción de gas es
especialmente beneficioso para las mujeres, porque en Senegal sigue dominando una distribución tradicional de los papeles de género. Las mujeres se encargan de cocinar y conseguir leña. Sin embargo,
calentar y cocinar con leña representa un riesgo extremo para la salud y también es perjudicial para el medio ambiente. En el marco de una política exterior y de desarrollo feminista, a la que se ha comprometido el gobierno alemán, debe fomentarse la promoción de alternativas.
[Recibe los análisis de más actualidad en tu correo electrónico o en tu teléfono a través de nuestro canal de Telegram]
La juventud senegalesa también podría beneficiarse de la producción de gas prevista.
Los menores de 19 años representan el 50% de la población, lo que supone un enorme potencial para el país. Sin embargo, sin oportunidades de futuro, los jóvenes son un polvorín.
El descontento de la población de las zonas rurales y su falta de recursos es un importante factor de inestabilidad para el país a largo plazo. Desde el punto de vista geopolítico, sobre todo teniendo en cuenta el compromiso de Alemania en
Níger y
Mali, es muy importante que Senegal siga siendo un ancla de estabilidad para África Occidental. Si se produjeran disturbios en ese país, podrían producirse dramáticos efectos indirectos en toda la región.
Es evidente que los críticos no reconocen una cosa: los ingresos de la venta de gas serían esenciales para la población senegalesa.
Se han malinterpretado muchos aspectos de la cooperación energética prevista entre Alemania y Senegal.
No, Alemania no está utilizando dinero de los impuestos para invertir en la prospección de gas. Los yacimientos de gas ya existen.
Alemania sólo sería uno de los compradores. Y dada la escasez mundial de energía,
Senegal sería un socio más fiable que Qatar o Kazajstán.
Los críticos alemanes y europeos se refieren sobre todo a los riesgos sociales y ecológicos del proyecto y a la situación de los pescadores locales. De mis conversaciones con activistas climáticos, representantes del gobierno y de la comunidad empresarial,
he aprendido que la mayoría de los críticos de Senegal no esgrimen ningún argumento fundamental contra la producción de gas. Más bien piden que haya transparencia en la comercialización de las fuentes de gas y que la población se beneficie claramente de ello. Hay que apoyar esta exigencia.
Encontrar un acuerdo
Sin embargo, es evidente que los críticos no reconocen una cosa:
los ingresos de la venta de gas serían esenciales para la población senegalesa. De un modo u otro, Senegal acabará aprovechando esta oportunidad y producirá y venderá su gas.
¿No sería Alemania un comprador responsable que podría apoyar el uso de los ingresos de forma selectiva? Serían concebibles inversiones directas en la expansión de las energías renovables para el futuro y la infraestructura necesaria asociada, en el sentido de una Asociación para la Transición Energética Justa. Por otra parte, Senegal tendría a su lado a un socio fiable que -a diferencia de otros países-
no ve al país puramente como un exportador de materias primas, sino que apuesta por la promoción de empleos locales sostenibles y de valor añadido.
El trabajo político siempre consiste en compromisos. No hay respuestas sencillas. La situación en Senegal es demasiado compleja para ello. Para llegar a un acuerdo, ambas partes deben asumir compromisos.
Alemania sólo puede aceptar un acuerdo si la parte senegalesa acepta la producción de gas como tecnología puente para promover las energías renovables.
Por su parte, los críticos deben reconocer que el deseo y la necesidad de modernización han llegado también al continente africano. En Alemania se habla constantemente de
'asociación a la altura de los ojos'. Sin embargo, esto está completamente ausente de este debate. La asociación en pie de igualdad significa que en Alemania se toman en serio las preocupaciones y necesidades de la población. No podemos dictar a los países lo que pueden o no pueden hacer. Vivimos en un mundo interconectado: las redes sociales nos permiten participar en la vida de otras personas.
En consecuencia, todas las personas aspiran al nivel de vida que prevalece desde hace tiempo en los países industrializados. Además, la prosperidad de muchos países occidentales se basa en el imperialismo y la explotación del continente africano.
¿Podemos dictar seriamente a los países del Sur Global que la prosperidad occidental sigue siendo un sueño hermoso pero inalcanzable?