La victoria de
Elly Schlein en las elecciones primarias del
Partito Democratico (Partido Demócrata, PD) el
26 de febrero ha supuesto una importante novedad política en Italia. Aunque conceptualmente el término
elecciones primarias- importado de los Estados Unidos de América- se reservaba a la selección cívica de los representantes institucionales, en varias experiencias europeas
se ha extendido también a la designación de cargos orgánicos en algunos partidos, algo que a relevantes especialistas, como Gianfranco Pasquino por ejemplo, no les parece demasiado adecuado, aunque ya sea de uso común irreversible. El PD celebró una primera votación interna (entre el 3 y el 19 de febrero) en los Círculos de los afiliados- en los que los dos candidatos más votados fueron
Stefano Bonaccini (52.87%) y
Schlein (34.88%) para poder pasar así a la siguiente fase abierta a toda la ciudadanía.
Tradicionalmente el candidato que ganaba en los Círculos ganaba también en la votación popular y así fue con
Pier Luigi Bersani en 2009,
Matteo Renzi en 2013 y 2017 y
Nicola Zingaretti en 2019, pero en 2023 por primera vez
no ha habido sintonía entre afiliados y votantes. Este gap no deja de suscitar ciertos problemas puesto que la organización del PD va a estar dirigida por una persona que no fue la más votada por los afiliados, algo que devalúa su
status interno y hasta cuestiona la
utilidad de militar. No obstante, está claro que el inequívoco mandato de los votantes proporciona una
legitimidad incuestionable a Schlein
también en el aparato del partido.
La campaña interna de las primarias del PD mostró un planteamiento muy clásico y continuista de Bonaccini y un proyecto novedoso de refundación y relanzamiento de Schlein. En todo caso, todos los sondeos daban la victoria a Bonaccini (Izi-Bidimedia, Euromedia Research y Demos &Pi e Demeter), de ahí la sorpresa por los resultados que, además, tuvieron una participación superior a la estimada:
Schlein 587.010 (53.75%) y Bonaccini 505.032 (46.25%), habiéndose impuesto ella en el Norte y en franjas del Centro y de Sicilia, mientras que Bonaccini ganó en partes de Emilia-Romaña, franjas del Centro, casi todo el Sur y Cerdeña. Bonaccini, con gran elegancia,
ha anunciado su pleno apoyo a Schlein que, por cierto, incluso ha sido felicitada por la Primera Ministra (o Ministro, como ella prefiere) Giorgia Meloni.
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Hay muchas novedades en el triunfo de Schlein:
1) primera mujer que llega a la máxima dirección del PD y aún más joven que Renzi cuando este lo consiguió,
2) claro giro a la izquierda en cuestiones sociales, feministas, ecologistas y de derechos de las minorías y los inmigrantes y
3) derrota del aparato y rebelión de los votantes. Como ella ha dicho en sus primeras declaraciones supone una 'pequeña revolución', un soplo de aire fresco.
Schlein es un síntoma de que el viejo PD estaba anquilosado y ella supone un revulsivo para movilizar a los progresistas italianos que tienden más que nunca al abstencionismo electoral. De un lado, ella se ha beneficiado de no haber pertenecido a ninguna de las principales corrientes internas del PD, y de otro, ha sido aupada por los electores para que
faccia qualcosa di sinistra (haga algo de izquierdas), parafraseando al cineasta Nanni Moretti. Sin duda,
Schlein representa un giro a la izquierda, pero sería erróneo equipararla a Jeremy Corbyn pues su opción no es como la del viejo laborismo sindicalista, sino la de los nuevos movimientos sociales, lo que no significa en absoluto que vaya a desentenderse del mundo del trabajo. Más bien cabe esperar que Schlein sintonice con el
estilo de mujeres progresistas como Jacinda Ardern en Nueva Zelanda o Sanna Marin en Finlandia.
Schlein es una política poco convencional y acumula diversas ventajas. De entrada, el hecho de tener la
ciudadanía estadounidense (por parte de su padre, un politólogo judío), la
suiza (nació en Cantón Ticino) y la
italiana por parte de su madre, proporciona una
mayor versatilidad. A continuación, es de mucho interés recordar que Schlein se politizó en los Estados Unidos donde
participó intensamente en las dos campañas electorales de Barak Obama en 2008 y en 2012 en Chicago. En Italia ingresó en el PD, apoyó a Pippo Civati en las primarias que ganó Renzi y abandonó el partido tras el bochornoso boicoteo de 101 francotiradores de ese partido que hundieron la candidatura de Romano Prodi a la Presidencia de la República en 2013. Este episodio y el excesivo moderantismo del PD la llevaron a impulsar
una campaña contra la dirección (
occupyPD) y acabó abandonando el partido en 2015 en desacuerdo con Renzi a quien definió como político de centroderecha. Entre 2014 y 2019
fue eurodiputada independiente (en las listas de aliados del PD) y en 2020 se centró en la política regional: fue elegida diputada en Emilia y Vicepresidenta precisamente con Bonaccini y eso manteniendo su independencia partidista (se unió a una lista ecologista de izquierdas aliada con el PD).
En las elecciones del 25 de septiembre de 2022 fue elegida como diputada nacional y, tras la dimisión de Enrico Letta como líder del PD, se abrió el proceso de primarias: en estas circunstancias, en diciembre, Schlein reingresó formalmente en ese partido para ser candidata a dirigirlo y, contra todo pronóstico, se ha hecho con la victoria.
Los objetivos programáticos de Schlein se centran en
reducir el trabajo precario,
fijar un salario mínimo decente,
propugnar una mayor justicia fiscal,
impulsar la paridad de género,
garantizar los derechos de las minorías LGTBIQ+,
apostar más decididamente por las energías renovables,
luchar de modo implacable contra la corrupción y las mafias,
proteger a los inmigrantes y
defender y potenciar la sanidad y la educación públicas. Ante la guerra de Ucrania Schlein, que no es muy favorable a aumentar el gasto militar, ha votado siempre a favor de ayudar a un pueblo agredido. Su opción prioriza la búsqueda de una
solución diplomática, pero
reconoce que el pueblo ucraniano tiene pleno derecho a defenderse de una injusta agresión exterior. Hay una ausencia un tanto sorprendente en su bastante detallado programa político y es la cuestión de la integración europea pues, si bien asume el principio, apenas se centra en esta tan relevante dimensión.
El PD fue un partido mal construido: se hizo
'desde arriba' y se superpusieron
sin una coherente articulación tradiciones ideológicas muy diferentes (el eurocomunismo y el catolicismo progresista) y, además, se configuró un partido electoral-profesional con mediocre militancia, discreta presencia territorial y ausencia prácticamente total en los centros de trabajo. Sus interminables enfrentamientos fraccionales internos (con diversas escisiones), su disparatada sucesión de líderes (nueve en los últimos años), su desdibujamiento programático y su actuación política zigzagueante lo convirtieron en un partido poco atractivo.
El PD se alejó de la ciudadanía y de los trabajadores y se resignó a ocupar un nicho del 20% del electorado. Schlein ha entendido que todo esto debe revertirse, que no es posible resignarse y que debe hacerse una fuerte oposición al gobierno de Meloni. Todo esto requerirá cambiar, como ella dice,
volti,
metodo e visione (caras, método y visión) y lo más probable es que se produzca un rejuvenecimiento de la cúpula y una mayor presencia femenina. Por tanto, el primer problema de Schlein será
el de cómo renovar/refundar el PD y cómo controlar su acentuado corrientismo interno. A continuación, habrá que intentar
unir a toda la oposición contra Meloni, algo nada fácil al tener que contar con un aliado tan imprevisible e incómodo como el
Movimento 5 Stelle.
En todo caso, Schlein ha anunciado una clara política de confrontación democrática con Meloni con fuertes propuestas alternativas: frente al
sono Giorgia, sono una madre, sono italiana, sono cristiana, Schlein dice
sono una donna, amo un’altra donna e non sono madre, ma non per questo meno donna. En suma, Schlein se postula como
alternativa completa a Meloni y todo preanuncia un apasionante
duelo de dos mujeres con fuerte personalidad política, una novedad absoluta en Italia.