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AGENCIA GETTY

Envejecimiento activo

Andrés Ortega

7 mins - 17 de Marzo de 2023, 07:00

Los franceses protestan por un alargamiento de 62 a 64 años de la edad de jubilación. A la vez se está produciendo, al menos para alguna gente y países, una nueva tendencia, la del envejecimiento activo, que los anglosajones llaman active aging. No es un fenómeno únicamente estadounidense para asegurar unos ingresos suplementarios ante las bajas pensiones de jubilación, sino que se da mucho en la política, en empresas y en actividades afines porque en EE UU hay un mayor respeto hacia la seniority. El presidente Biden, con 80 años, es el de más edad de la historia de la república, y si se volviera a presentar y ganara podría acabar su segundo mandato con 86 años (si fuera Trump, con 82). Mitch McConnell, líder republicano en el Senado, ha cumplido 81 años, aunque Dianne Feinstein -una de las pocas mujeres en este ránking-, senadora por California, tiene 89 años. El por segunda vez presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, está en 77. El jefe de Estado de más edad en activo en el mundo, con 90, es Paul Biya, presidente de Camerún. El Papa Francisco tiene 86 años, uno más que la edad a la que se retiró su antecesor, Benedicto XVI, que falleció con 95. En España, se está multiplicando este tipo de casos. Un economista de 89 años (Ramón Tamames) se presenta como candidato a presidente del Gobierno en una moción de confianza (promovida por Vox). A la alcaldía de Barcelona en mayo concurren Ernest Maragall (80 años) y Xavier Trías (76 años).

En 2010, Barack Obama (entonces presidente de Estados Unidos), tenía 49 años; Dmitry Medvedev (de Rusia), 45 (Vladimir Putin, el que de verdad mandaba en Rusia, era primer ministro con 57); Nicolas Sarkozy (de Francia), 55; José Luis Rodríguez Zapatero (de España), 50 años; y Hu Jintao, presidente de China, 67, dos menos de los que ahora tiene Xi Jinping ya sin límite de mandato. 13 años después, con algunas notables excepciones como Macron (45) y Sánchez (51), más alguna mujer como Sanna Mirella Marin (la primera ministra de Finlandia, con 37, la más joven de Europa), ha habido un envejecimiento activo al frente de las principales potencias del mundo. Lo que responde en parte al envejecimiento de las sociedades. La edad media de la ciudadanía de EE UU era de 37,2 años en 2010 y de 38,5 doce años después. En España, era de 39,9 en 2010 y en 2022 sobrepasó por vez primera los 44 años. En Francia, respectivamente 40,1 y 41,7. En China, pasó de 35,12 (2012) a 38,8 años (2021) La edad media en el mundo aumentó en estos años de 27,3 a 30,4 años. Puede que el active aging no vaya a ser sólo un deseo, sino una necesidad.

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Cada año, en el Foro Económico Mundial de Davos, se especula con quién va a ser el inminente sucesor de su fundador y presidente ejecutivo, Klaus Schwab que tiene 84 años. Pero las apuestas hasta ahora siempre han caído en saco roto. Uno de los mayores inversores, presidente y director ejecutivo de Berkshire Hathaway, Warren Buffet, sigue activo y muy influyente en sus opiniones a sus 94 años. Hablando de influyentes, uno de los intelectuales más reconocidos, el filósofo alemán Jürgen Habermas, sigue en la brecha con sus agudas opiniones a los 93 años. Noam Chomsky, otro referente, tiene 94. Henry Kissinger, cumplirá 100 años en mayo, siempre escuchado y a la última en sus análisis sobre la inteligencia artificial o la diplomacia. Mario Vargas Llosa tiene 86. Si buscamos en otro ámbito, el de los actores, Harrison Ford volverá a salir en la quinta entrega de Indiana Jones con 80 años (aunque las maravillas de la inteligencia artificial le quitarán unos 50). También Patrick Stewart (Picard), con 82, en nuevas entregas de Star Trek. Rafael sigue cantado con 79 años, como Mick Jagger. Miguel Ríos, con 78 o Bob Dylan, con 81 hacen giras este año. ¿Una nueva 'edad estupenda'? (Aunque de la que habla Raquel Gu es para mujeres más jóvenes)

¿Estamos ante una nueva gerontocracia? No. En muchos lugares manda, en términos políticos, empresariales o intelectuales, gente de 45-65 años, lo normal. Estamos también en una situación, contraria al active aging en la que, por diversas razones, mucha gente pierde el empleo poco después de esa edad, con muy pocas posibilidades de encontrar otro, al menos equivalente. El envejecimiento activo es un nuevo fenómeno al que habrá que prestar mayor atención y que tiene mucho que ver con la mayor longevidad. Hay un Consejo Internacional de Envejecimiento Activo (International Council on Active Aging) que lo define como 'la visión de que todas las personas -independientemente de su edad, situación socioeconómica o estado de salud- participen plenamente en la vida dentro de las siete dimensiones del bienestar: emocional, ambiental, intelectual/cognitivo, físico, profesional/vocacional, social y espiritual'. De hecho, en EE UU ha habido varios casos de gente mayor que ha ganado recursos en los tribunales contra sus empresas por despidos o jubilaciones forzosas, alegando discriminación en razón de la edad.



La Comisión Europea se ha ocupado de ello desde hace años -más en los 2000 que en los 90-, proponiendo un Partenariado de Innovación Europea para un Envejecimiento Activo y Saludable. Los trabajadores en activo han expresado algunas reservas al respecto. La Organización Mundial de la Salud también ha prestado atención a la cuestión, con una publicación, Active Aging: A Policy Framework, en la que lo define como 'el proceso de optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad para mejorar la calidad de vida a medida que envejecen'. Parte de que el envejecimiento global, que afecta también a los países en vías de desarrollo, es la vez 'un triunfo y un reto'. Para la OMS 'el envejecimiento de la población es uno de los grandes triunfos de la humanidad'. 'En última instancia', añade, 'un planteamiento colectivo del envejecimiento y de las personas mayores determinará la forma en que nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos experimentaremos la vida en la tercera edad.' Hace algunas propuestas concretas en materia de, entre otras, salud, seguridad y participación, para que el mercado laboral, el empleo, la educación, la sanidad y las políticas y los programas sociales
sociales apoyen la plena participación de estas personas
a las que ya no cabe calificar como de 'tercera edad' en 'actividades socioeconómicas, culturales y espirituales, de acuerdo con sus capacidades, necesidades y preferencias'. Para la OMS, las personas, a medida que envejecen, pueden seguir contribuyendo de forma productiva a la sociedad, tanto en actividades remuneradas como no.

Claro, se plantea una cuestión de solidaridad intergeneracional, especialmente si avanzamos hacia sociedades de menos trabajo y menos empleo (son cosas relacionadas pero diferentes), y los jóvenes se sienten rezagados en su calidad de vida y perspectivas de futuro. Con una contradicción mal explicaba que se ha visto estos días en las intervenciones en la Asamblea Popular Nacional (APN) de China (pero que se dan también en otros países): envejecimiento de la población, y aumento del paro juvenil. 

Ahora bien, no es lo mismo querer seguir estando activo, que querer seguir mandando. La política, la economía y la sociedad, requieren rejuvenecimiento constante. Lo contrario es un fracaso. Podemos estar ante una nueva tendencia que facilita llegar a cierta edad en mejores condiciones físicas y mentales que hace algunos lustros y con ganas de seguir activos. Pero para cargos públicos, y para muchos trabajos, lo saludable es la regeneración generacional. 'Place aux jeunes, en quelque sorte', que cantaba George Brassens.

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