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DADO RUVIC (REUTERS)

Estos son mis principios de supervisión. Si no le gustan, tengo otros

Hugo Rodríguez Mendizábal

11 mins - 24 de Marzo de 2023, 07:00

El 10 de marzo pasado, las autoridades financieras americanas tomaron control de Silicon Valley Bank (SVB), el decimosexto banco en volumen de activos en Estados Unidos con un tamaño aproximado de 200.000 millones de dólares. El 12 de marzo también tomaron control de una entidad más pequeña, Signature Bank, con unos 100.000 millones de dólares en activos.

Lo que ha pasado con Silicon Valley Bank (SVB) se puede resumir de forma muy simplificada como sigue. Los clientes de SVB son fundamentalmente empresas emergentes tecnológicas. Estas empresas, junto a inversores de capital riesgo, mantenían enormes sumas de depósitos que el banco utilizaba para invertir en activos de renta fija, principalmente deuda pública a largo plazo y activos con garantía hipotecaria. Un incremento de la demanda de depósitos por parte de sus clientes obligó a SVB a vender parte de esos activos para obtener la liquidez con la que hacer frente a esas obligaciones. Dada la situación actual de subidas de tipos en Estados Unidos, los precios de los activos de renta fija que tenía SVB en su balance habían caído significativamente. Esto es porque ahora hay en el mercado nuevos activos similares a los que en su día compró SVB, pero mucho más rentables. La venta a descuento generó pérdidas al banco. Para cubrir esas pérdidas, SVB intentó obtener 2.250 millones de dólares de capital en el mercado. Esa repentina demanda de capital precipitó un pánico bancario que acabó con la entidad de crédito cuando los depositantes quisieron retirar, sólo en el día 9 de marzo, 42.000 millones de dólares, aproximadamente la cuarta parte de los depósitos con los que contaba el banco.  

Al mismo tiempo que tomaban control de estas dos entidades, el banco central de Estados Unidos (Federal Reserve Board o Fed), su fondo de garantía de depósitos (Federal Deposit Insurance Corporation o FDIC) y su Comisión de Valores (Securities and Exchange Commission o SEC) emitieron un comunicado en el que aplicaban la excepción de riesgo sistémico (Systemic Risk Exception) a estos dos bancos. Aunque oficialmente no eran bancos clasificados como sistémicos, la intervención de las autoridades americanas los trataría como si lo fueran

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En Estados Unidos, la resolución de un banco en quiebra se guía por el principio de minimizar el coste de dicha intervención. Esto quiere decir que, de todas las opciones posibles (vender la entidad a trocitos, buscar compradores que la compren entera, recapitalizar, asumir la propiedad por parte del Estado, …) se escoge la que suponga el menor coste para la autoridad encargada de la resolución, es decir, para los contribuyentes. Sin embargo, cuando una entidad es considerada sistémica entran en juego otros factores que pueden conducir a opciones que no minimicen el coste para el contribuyente. En particular, si existe riesgo de contagio los costes para la sociedad de una quiebra bancaria generalizada serían enormes. Por lo tanto, la actuación de la autoridad competente puede estar guiada a minimizar el riesgo de dicho contagio. Más del 90% de los depósitos de SVB no estaban asegurados porque superaban el límite de 250.000 dólares garantizados por el FDIC. La opción con menor coste para el Estado hubiera sido cubrir los depósitos garantizados y dejar que los depósitos no asegurados sufrieran pérdidas. El temor de las autoridades americanas fue que esa opción podría generar un pánico de depósitos no asegurados en otras entidades bancarias consideradas similares. Para minimizar ese riesgo, se decidió invocar la excepción de riesgo sistémico y garantizar todos los depósitos estuvieran asegurados o no.

Para entender las implicaciones de recurrir a la excepción de riesgo sistémico nos tenemos que remontar al año 2015. Como documentan algunos medios de comunicación, el presidente ejecutivo (Chief Executive Officer o CEO) de SVB, Greg Becker, estuvo presionando en el Senado norteamericano para cambiar la regulación prudencial en Estados Unidos incluida en la Ley Dodd-Frank de 2010. Esta ley establecía que, para que un banco fuera considerado sistémico, debía tener un tamaño superior a 50.000 millones de dólares en activos. Esto es importante, ya que, según la citada ley, un banco sistémico está sujeto a más controles y ha de cumplir requisitos prudenciales más exigentes que un banco no sistémico. Con activos iguales a 45.000 millones de euros en 2015, SVB se estaba aproximando al límite que le haría cambiar de categoría. Según registros oficiales consultados por el diario The Lever, Greg Becker gastó enormes cantidades de dinero entre 2015 y 2018 presionando a las autoridades norteamericanas para aumentar el límite de lo que se considera una entidad sistémica. Ese cambio llegó en 2018 cuando el gobierno de Donald Trump decidió quintuplicar ese límite y llevarlo a 250.000 millones de euros, curiosamente, la cantidad que en 2015 había sugerido Greg Becker en su intervención ante el Senado norteamericano

Y, casualidades de la vida, en enero de 2019, Greg Becker fue nombrado consejero del Banco de la Reserva Federal (Fed) de San Francisco, compaginando ese puesto con el de presidente ejecutivo de SVB. Al estar SVB localizado en California, la Fed de San Francisco era la encargada, dentro del entramado de la Reserva Federal norteamericana, de las labores de supervisión de SVB. Se da la circunstancia que, según el Wall Street Journal y el New York Times, entre 2019 y 2022, la Fed de San Francisco emitió varios avisos a SVB sobre deficiencias en sus controles de riesgos. Esos avisos llevaron al banco central a una revisión competa de la supervisión que ejercía sobre SVB. 

El 6 de marzo de 2023, el presidente del FDIC, Martin Gruenberg, explicó en un discurso en el IIB (Institute of International Bankers) que la pronunciada y rápida subida de tipos de interés en Estados Unidos había generado a los bancos de ese país unos 620.000 millones de dólares en pérdidas no realizadas derivadas de la caída en el precio de los activos de renta fija que esos bancos tenían en sus balances. No eran realizadas porque los bancos no tenían que asumirlas si no vendían los activos. Pero esa cifra daba una indicación del riesgo potencial sobre el que se sentaban los bancos. Cuatro días más tarde, el 10 de marzo, SVB quiebra, precisamente, porque tuvo la necesidad de vender parte de su cartera de activos de renta fija con considerables pérdidas. 

El mismo día que SVB quiebra, Greg Becker dimite como consejero de la Fed de San Francisco. Ahora se sabe que dos semanas antes, el 27 de febrero, Becker había vendido 12.500 acciones de SVB a un precio de 287,42 dólares por acción. Estas acciones las había adquirido el mismo día ejerciendo una opción de compra a un precio de 105,18 dólares. Esto implica un beneficio en un día de 2,3 millones de dólares. El 10 de marzo la cotización de SVB se tuvo que suspender cuando su precio cayó a 34 dólares después de ventas masivas de la acción. 



A toro pasado, ahora los analistas se preguntan por qué todas las acciones de supervisión de la Fed de San Francisco llevadas a cabo entre 2019 y 2022 aludidas anteriormente no resultaron en acciones concretas para mejorar la gestión de riesgos de SVB. Sin embargo, el discurso de Martin Gruenberg ante el IIB da a entender que el problema no se limita a SVB, sino que puede ser más general. ¿Cuánto más general? El 13 de marzo de 2023 apareció un estudio conjunto de cuatro profesores de las universidades de Columbia, Northwestern, Southern California y Stanford. Ese estudio afirma que el 10 por ciento de los bancos en Estados Unidos (aproximadamente unos 400 bancos) podrían tener pérdidas no reconocidas mayores que las de SVB asociadas a la disminución del precio de sus activos de renta fija. Si se combina esta información de activo con los bancos que tienen mayores proporciones de depósitos no asegurados, se estima que unos 190 bancos podrían tener dificultades parecidas a SVB. Ahora se puede entender un poco mejor porqué SVB y Signature Bank fueron considerados sistémicos aunque, oficialmente, no lo eran.

En resumen, SVB estuvo a punto de ser considerado banco sistémico en 2015 pero un cambio legislativo de 2018 lo relega a no sistémico. Cinco años más tarde quiebra y, ante el riesgo de un contagio a bancos similares (unos 190 en Estados Unidos), se le trata como un banco sistémico y se garantizan a todos sus depositantes independientemente de si sus depósitos están asegurados o no. Es importante destacar que la excepción de riesgo sistémico se aprobó en 1991. Desde entonces y, hasta que aparecieron SVB y Signature Bank, sólo se había aplicado a dos bancos. Fueron Citigroup y Wachovia en 2008. Por aquel entonces, eran el tercer y cuarto banco, respectivamente, por volumen de activos.  

Toda esta historia tiene unas consecuencias enormemente negativas para la supervisión de nuestro sistema financiero. Por un lado, por la consideración de lo que es ser una entidad sistémica y de lo que significa contagio. Supongamos que soy un banco que, por tamaño, no se considera sistémico y, por tanto, no estoy sujeto a la supervisión aumentada de los bancos grandes. Si quiebro y soy capaz de convencer al supervisor de que hay otros bancos con mi misma estructura de activo y/o pasivo, ¿genera esta información un riesgo de contagio que me incluiría en la categoría de sistémico? Anticipar esta situación generaría unos incentivos perversos en ese tipo de bancos que no incurrirían en el coste de una supervisión más estricta pero que se beneficiarían de una resolución más favorable a sus intereses. De hecho, ya en 2010 la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (Government Accountability Office o GAO) prevenía de los problemas de riesgo moral que implicaba invocar la excepción de riesgo sistémico.

Por otro lado, pone en duda las razones por las que tenemos un límite a los seguros de depósitos. Entre estas razones, destacaría tres. Primero, los límites están asociados a las primas que pagan los bancos. Mayores límites implican mayores primas lo que encarece la intermediación que se traslada a los clientes del banco. Segundo, esos límites se establecen para que, en condiciones razonables, el fondo de garantía de depósitos no se agote antes de que todos los depositantes asegurados puedan recibir su dinero. Tercero, se argumenta que el hecho de tener un límite hace que los grandes depositantes tengan interés en controlar las inversiones de los bancos ya que la mayor parte de sus depósitos no están garantizados. Garantizar arbitrariamente depósitos que no estaban garantizados implica financiar esa garantía por lo que el coste no caerá sobre los que han asumido el riesgo. Asimismo, desaparece el incentivo de los grandes depositantes para controlar a sus bancos.

'Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros'. Sería terrible pensar que esa célebre cita de Groucho Marx sea la hoja de ruta de la implementación de la política de regulación y supervisión de nuestro sistema financiero.

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