La democracia vive una época difícil. La pandemia de
COVID-19 sirvió de excusa para que muchos gobernaran por decreto y sin considerar derechos humanos; Rusia violó el orden internacional e
invadió a una nación pacífica y soberana, afectando enormemente a su población civil; en
Burkina Faso y
Myanmar los militares han dado
golpes de estado y ahora gobiernan por medio de la fuerza; y en otros países (desde
El Salvador hasta
Israel)
sus líderes gobiernan de manera crecientemente autoritaria, atacando instituciones y libertades. Los recientes reportes de prestigiosas organizaciones como IDEA Internacional, Freedom House y The Economist apuntan también en esta dirección.
En respuesta, las democracias del mundo se están movilizando. El 29 y 30 de marzo se celebra la segunda edición de la
Cumbre Mundial de la Democracia, convocada por
Estados Unidos,
Costa Rica,
Corea,
Países Bajos y
Zambia. En ella, los
120 participantes establecerán compromisos para hacer frente a los retos que enfrenta la democracia. En 2021, estos compromisos incluyeron
grandes reformas constitucionales, campañas nacionales de sensibilización, creación de instituciones y mayor presupuesto para ciertas iniciativas.
Chile, por ejemplo, se comprometió a respetar el límite de los periodos presidenciales y
Australia otorgó recursos para combatir la desinformación en la región del Asia-Pacífico.
Sin embargo, todo lo anterior (desde los retos descritos hasta las soluciones propuestas por los aliados) es muy distante a la ciudadanía. Nos queda lejos geográfica y políticamente. Las iniciativas referidas, por ejemplo, quedan a cargo de agencias internacionales, ministerios y organizaciones. Ante esto,
¿Qué podemos hacer simples ciudadanos como nosotros para defender nuestra democracia y nuestras libertades? Aquí propongo diez acciones básicas:
1.
Leer. No bases tu conocimiento -y mucho menos tus opiniones- a partir de lo que se publica en TikTok, Instragram o en los 280 caracteres de Twitter. Mucho de este contenido está diseñado para inducirnos a sentir, pensar, comprar (o votar) de cierta forma. Pensemos por nosotros mismos. Una forma de hacerlo es leyendo la palabra escrita. Seamos más
‘sapiens’ y menos ‘videns’.
2.
Entender las causas y consecuencias del autoritarismo. Sugiero:
Fahrenheit 451 de Ray Bradbury;
1984 de George Orwell;
La Lengua del Tercer Reich de Viktor Klemperer;
Rinoceronte de Eugene Ionesco;
Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt y
Eso no puede pasar aquí de Sinclair Lewis.
3.
Hablar de política. Es importante salir de la burbuja de las redes sociales y discutir y analizar lo que sucede en nuestra comunidad o país. Hablar de política en persona no necesariamente lleva a disputas. Si dejamos las pasiones a un lado, hablar de política nos permite reflexionar, conocer otras visiones y crear nuevas relaciones.
4.
Tender puentes. La mejor forma de combatir la polarización es hacer nuevos amigos, establecer nuevas redes y evitar el uso de etiquetas llenas de prejuicios que buscan dividir la sociedad. Tenemos más en común de lo que creemos. Al final, lo que todos queremos es mayor seguridad, salud, educación y oportunidades.
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5.
Analizar e investigar. Especialmente en tiempos de posverdad es muy importante, como refiere Timothy Snyder, '
descubrir la verdad por nosotros mismos'. Debemos sospechar de la información que se nos presenta (especialmente desde el poder político) y analizar su origen y veracidad. Investigar y buscar fuentes alternativas de información.
6.
Defender la verdad. Para no sucumbir ante el mar de noticias falsas, debemos revisar y cuestionar antes de reenviar. Comprobar la fuente, el año de publicación y la presencia de errores ortográficos (los delatores usuales de una noticia falsa) toma sólo un minuto y bien puede detener la ola de desinformación.
'En esta era del internet (…) cada uno de nosotros tiene cierta responsabilidad por la verdad'.
7.
Entender a la democracia como conjunto de instituciones. La democracia no sólo es un ideal. El
'gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo' se materializa en instituciones. Estas incluyen no sólo instituciones del Estado (desde la Suprema Corte hasta una legislatura local) sino a la Constitución, los medios de comunicación y sus periodistas, y la sociedad civil.
8.
Apoyar a una institución. Las instituciones
no se defienden solas. Hay que seleccionar una institución específica y apoyarla: defender su letra, su trabajo, hablar en su favor (con amigos, familiares y extraños) y financiarla (una suscripción digital mensual a un diario, en promedio, cuesta alrededor de 4-5 USD al mes).
9.
Apoyar a la sociedad civil. Apoyar a organizaciones de ciudadanos que adoptan y defienden causas (desde la conservación de bosques hasta una educación de calidad) es apoyar la democracia. Principalmente: Donar recursos (pues padecen sequía constante), pero también asistir a sus eventos y difundir sus investigaciones contribuye al debate público y a la defensa de derechos.
10.
Participar y mostrar interés por lo público. La participación no se reduce a votar cada tres o cuatro años. Existen otros instrumentos: desde escribir un blog o artículo, boicotear un producto o evento, hasta firmar una petición, vigilar el trabajo legislativo, contactar a nuestros representantes en el Congreso, protestar o sumarse a alguna campaña política.
Si leyó este artículo, supongo que usted – como yo –
se preocupa por la democracia y se frustra al no poder hacer mucho frente a las amenazas (sutiles o descaradas)
contra ella y sus instituciones. Espero este decálogo le sea útil. Recordemos que, como insistía Thomas Jefferson -padre fundador de Estados Unidos, filósofo y demócrata-,
el precio de la libertad es su vigilancia permanente. Como ciudadanos podemos -y debemos- hacer nuestra parte.