-
+
YOAN VALAT (AFP)

¿Quo vadis Francia?

Christophe Roux

5 mins - 30 de Marzo de 2023, 07:00

La aprobación final sin votación de la reforma de las pensiones mediante el rechazo de las mociones de censura ('el 49-3') ilustra las incertidumbres de la política francesa desde las elecciones de 2022.

En los debates, Francia Insumisa, que ha optado por una postura tan radical como coherente, ha sido la protagonista destacada. Para ella, la mayoría relativa en la que se apoya el gobierno se reduce a una minoría aritmética. Su legitimidad debe ser constantemente cuestionada en nombre de la defensa del pueblo soberano, especialmente cuando están en juego derechos sociales. En la forma, esto debe hacerse de manera extremadamente virulenta, tanto en las instituciones como en las calles. Esto es lo que se escenificó en el Parlamento, donde LFI dirigió una estrategia clásica de obstrucción a pesar de las críticas también presentes en la izquierda y entre los sindicatos. El gobierno y sus partidarios se vieron sorprendidos por esta agresividad sin precedentes.

[Recibe los análisis de más actualidad en tu correo electrónico o en tu teléfono a través de nuestro canal de Telegram]

Esta omnipresencia espectacular permitió, por el contrario, a la Agrupación Nacional adoptar una postura de oposición suave puesto que el gobierno ya estaba abundantemente machacado. Esto le ayudó en su búsqueda de credibilidad institucional tras sus sorprendentes resultados en las elecciones legislativas. Pero, como sigue estando estigmatizado, esta desestabilización no afecta a su posición como partido designado para recibir los numerosos votos de protesta.

Frente a estos dos polos de oposición, el Primer Ministro contaba con el apoyo de los Republicanos, ya que sus dirigentes habían tenido anteriormente intenciones reformistas más drásticas. Pero, precipitando el recurso al 49-3, el partido se dividió, entre una línea oficial, ansiosa de representar el rigor presupuestario, y la que temía las reacciones de los electores y dudaba, en el contexto de una lucha mantenida por el liderazgo, del futuro de una derecha aplastada entre el macronismo y la RN, aunque supusiera una renuncia inesperada a su propio programa. Tal línea no es marginal: a una de las mociones de censura le faltaron sólo 9 votos para ser aprobada, es decir, mucho menos de lo esperado.



Estos elementos son contextuales. En primer lugar, la mayoría presidencial se enfrenta ahora a los resultados de sus propias elecciones. Sin mayoría absoluta en el Parlamento, llevar a cabo una reforma impopular por naturaleza era, como mínimo, arriesgado: vimos resucitar una rara unidad sindical, una opinión pública duraderamente hostil y manifestaciones masivas y pacíficas. Además, la forma en que se llevó a cabo la reforma proporcionó argumentos en contra. El gobierno ha recurrido a instrumentos de procedimiento controvertidos (como la reducción del tiempo de discusión parlamentaria, que podría amenazar la durabilidad del texto ante el Consejo Constitucional). El ejecutivo no ha convencido sobre los motivos de su reforma (sostenibilidad de la financiación, refuerzo de la justicia social) que escondían una voluntad de reducir un capítulo del gasto público. Presentó argumentos clave que resultaron ser promesas engañosas (la idea de un aumento masivo de las pensiones más bajas). El efecto político es el de una victoria pírrica, sintomática de un malestar más profundo que sigue expresándose.

En la actualidad, hay tres bloques principales en conflicto


La RN parece creer que sigue siendo la fuerza alternativa prometida al poder: en posición de fuerza en los sondeos, con un liderazgo incontestable, dando la impresión de haber adquirido un prestigio institucional tras haber banalizado su discurso, espera pacientemente recoger los dividendos de su posicionamiento sin tener que exponerse.

LFI parece creer que se encuentra en una dinámica fundamental que le ha colocado en el papel de primer opositor al presidente, más visible que RN, y sin enfrentarse a la misma presunción de ilegitimidad para gobernar. Se apoya en su posición dominante dentro del bloque de izquierdas que ha logrado federar con los debilitados y más moderados socialistas, comunistas y ecologistas. Lo hace con una estrategia antisistema vista como un recurso hacia el éxito final más que como un límite para sí mismo o una fuente de mayor fragilidad para las instituciones.

Frente a estas oposiciones radicales, el bloque de centro que ocupa el presidente Macron parece creer que puede constituir, en una relación que deberá aclarar con LR, la única fuerza de gobierno creíble frente a oposiciones a la vez demasiado diferentes para gobernar juntas y demasiado radicales para reunir a los electores a gran escala. Es cierto que la Constitución francesa facilita la vida del ejecutivo y, como sus predecesores, el presidente sabe que puede formar un nuevo gobierno cuando reclame un nuevo impulso. Pero en una Francia fragmentada, minada por una desconfianza atestiguada recientemente por los Chalecos Amarillos, la apuesta optimista de 2017, vacilante en 2022, parece cada vez más arriesgada.

¿Qué te ha parecido el artículo?
Participación