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ANDREA COMAS

Del acuerdo al conflicto: la evolución de la política madrileña

Xavier Coller, Andrés Benítez Espinosa

10 mins - 2 de Mayo de 2023, 07:00

El año 2023 marca un hito en la historia de la democracia española, ya que se cumplen 40 años desde las primeras elecciones autonómicas del régimen común. Es un buen momento para evaluar el funcionamiento del estado de las autonomías y especialmente su actividad legislativa por su relevancia para la ciudadanía. El dos de mayo, día de la Comunidad de Madrid, facilita dirigir la atención a una de las asambleas que suele estar en el punto de mira mediático por motivos variados. Para el análisis usamos los datos que provienen del estudio 'La construcción social del consenso en entornos políticos multipartidistas', que nos permite profundizar en la dimensión inclusiva de la política. Nos centramos en la iniciativa parlamentaria de más relevancia para la ciudadanía y más solidez para detectar el tono político en una sociedad: la aprobación de las leyes y la inclusión de los rivales en esta aprobación.

Los acuerdos a la hora de votar leyes son el resultado de una negociación en la que se contraponen puntos de vista, intereses diferentes y se llega a un compromiso en el que los actores implicados renuncian a algunas cosas para alcanzar un acuerdo que les resulte aceptable. Como dos personas no bailan si una no quiere, en el adjetivo 'aceptable' está la clave: implica el reconocimiento de la legitimidad de los intereses de otros actores y su derecho a ser escuchados (gracias, Ignatieff), la existencia de territorios comunes aunque rodeados de intereses diferentes y, sobre todo, el entendimiento de que construir acuerdos puede ser beneficioso para la gobernanza de una sociedad, para garantizar cierta estabilidad legislativa, y para reforzar la confianza entre actores políticos. Sobre todo, este último aspecto de la confianza puede ser uno de los talones de Aquiles de la política española.

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En este análisis no estamos contrastando la política real con un ideal feliz donde sus señorías votan a favor de las propuestas de ley en armonía. Al contrario, creemos que es normal que en la política haya desacuerdos y conflictos canalizados institucionalmente. Pero también debe llamarse la atención sobre el hecho de que legislar continuamente de espaldas a los intereses, anhelos, deseos, esperanzas de partes de la población, canalizados por partidos diversos, puede generar frustración, desafección, animosidad y contribuir a la polarización. 

En la Asamblea de Madrid se han aprobado 445 leyes desde el comienzo de la singladura autonómica (una media de 40 leyes por legislatura descontando la sexta). Esto ubica a la Asamblea en la mitad de la tabla autonómica en producción legislativa. La legislatura más productiva fue la IV (la primera con Ruiz Gallardón en el gobierno), con un total de 94 leyes aprobadas durante el periodo, mientras que la menos productiva, descontada la VI (que apenas duró seis meses), fue la XI, la primera con Isabel Díaz Ayuso en el gobierno, con sólo dos leyes aprobadas en un periodo de dos años. En la última legislatura se han aprobado un total de 28 leyes, también en un periodo de la misma duración. 

El nivel de apoyo que alcanzan las leyes al ser votadas por sus señorías en la Asamblea de Madrid es relativamente bajo; en realidad, es el segundo más bajo de las autonomías para todo el periodo: las leyes se aprueban con un apoyo medio del 78% (votos a favor y abstenciones), dato que excluye la sexta legislatura y contabiliza sólo las leyes aprobadas hasta diciembre de 2022. Madrid está en el furgón de cola con Galicia (75%) y Valencia (79%), mientras que Navarra, Canarias y Cataluña presentan niveles de apoyo medio a la votación de las leyes del 90%. La media de apoyos a las leyes en las 17 autonomías (1980-2022) es del 84%, mientras que en el Congreso, pese a que sus señorías perciben que hay más conflicto político, el apoyo medio que recibe una ley es del 90% para todo el periodo (1979-2022).

Madrid aparece como una comunidad en la que la acción legislativa no concita los apoyos que se alcanzan en otras autonomías. La situación no mejora en la legislatura que acaba de terminar: es la segunda más baja de la historia de la Asamblea (62%), sólo por detrás de la legislatura XI (58%). También ocurre así en el Congreso de los Diputados. Esto sólo puede ser un reflejo de un parlamento ideológica y afectivamente polarizado (más que fragmentado) y, por tanto, con escasa capacidad para generar acuerdos con los rivales. Se puede ver con el índice de inclusión. 

El índice de inclusión da una medida del grado de incorporación de la oposición a la votación de una ley en la cámara. Si la ley se aprueba con los votos del grupo(s) que apoya al gobierno, adquiere el valor 0, mientras que alcanza el valor 1 si todos los parlamentarios votan a favor o se abstienen; es decir, si nadie vota en contra. [Agradecemos la colaboración del profesor Antonio M. Jaime en la creación de este índice]. Aproximarse a un extremo o a otro muestra una mayor o menor propensión al acuerdo.
 
Gráfico 1.- Índice de inclusión por cámaras legislativas (1979-2022)
Fuente: BRADLEY
Nota: La línea horizontal indica el valor medio para todas las CC.AA.
 
Madrid destaca por el polo de la no inclusión de los rivales políticos en las votaciones de las leyes. La media de inclusión en las autonomías es del 0,69, mientras que para el Congreso es del 0,81. Hay variabilidad temporal y también territorial. Se aprecian diferencias notables entre las autonomías. Madrid aparece en el grupo (con Galicia y Valencia) que presenta una mayor conflictividad a la hora de aprobar leyes, mientras que el País Vasco, Canarias y Navarra destacan por su capacidad de inclusión a los grupos de la oposición en la votación de las leyes. 

La evolución de la política en la Asamblea de Madrid es la de una inclusividad decreciente, al igual que ha ocurrido en todas las autonomías y en la política española en general, pero con una peculiaridad: es más intensa que la media, tal como se aprecia en el Gráfico 2.
 
Gráfico 2.- Capacidad de inclusión en Madrid y las CC.AA. (media) por legislatura (1983-2022)
Fuente: BRADLEY
Nota: Para la VI legislatura de Madrid no se ha indicado la única ley aprobada de convocatoria de elecciones anticipadas en 2003
 
Durante las tres primeras legislaturas, en la misma línea que otras autonomías, pero con un poco más de intensidad que la media, la Asamblea de Madrid generaba un alto nivel de inclusión de los rivales políticos a la hora de votar las leyes que gobernaban la vida de la ciudadanía. Las numerosas leyes de construcción de la autonomía, un cierto talante cooperativo instalado en la política en los años posteriores a la transición, y factores endógenos a la vida parlamentaria pueden explicar parcialmente que se aprobaran, por ejemplo, 19, 25 y 46 leyes por unanimidad en las tres primeras legislaturas respectivamente. Esto no impedía que hubiera leyes que generaran una intensa oposición como la Ley 15/1984 de fondo de solidaridad municipal o las leyes de presupuestos. Pero los representantes eran capaces de alcanzar acuerdos con cierta frecuencia tras unas negociaciones en las que confrontaban puntos de vista diferentes.

El cambio de mayoría parlamentaria (del PSOE al PP) coincidió con o promovió (está pendiente de estudio) un declive de la inclusividad que no ha dejado de disminuir con dos excepciones: un pequeño repunte en la legislatura VII (seguido de un intenso declive) y uno más reforzado en la legislatura X, seguido de un descalabro en las legislaturas siguientes. Nunca se han alcanzado los niveles de inclusión o de acuerdo político que se dio en los años 80 y primeros 90 con mayorías socialistas. Pero también en las mayorías parlamentarias del PP se observa tanto una cierta proclividad a la inclusión como lo contrario. Por ejemplo, con las mayorías de Ruiz Gallardón (1995-2003) declina el acuerdo político. Con la primera mayoría de Esperanza Aguirre (2003-2007) aumenta la inclusividad, pero cae drásticamente después, entre 2007 y 2015. Por contra, crece el acuerdo político a la hora de aprobar leyes con la mayoría de Cristina Cifuentes en 2015 (legislatura X, luego sustituida en el gobierno por Ángel Garrido), respaldada por el apoyo parlamentario de Ciudadanos. 




Sin embargo, las dos últimas legislaturas muestran un nivel de acuerdo o inclusividad muy escaso en la política parlamentaria madrileña gobernada también por un PP renovado. Esto es remarcable por su excepcionalidad en el concierto autonómico, donde no se suelen dar estos niveles excepto en el caso de Galicia. La mayoría insuficiente del PP y Ciudadanos en 2019 es pareja al máximo histórico de conflicto en la Asamblea de Madrid. Los dos grupos dominantes en la cámara no supieron o no pudieron atraer los votos de los rivales, ni a derecha ni a izquierda. La legislatura transcurrió con cierta ineficiencia legislativa (sólo dos leyes aprobadas). Tras convocar elecciones anticipadas en mayo de 2021, Díaz Ayuso consiguió una mayoría amplia que le permitió formar gobierno en solitario. El bajo grado de inclusión en la aprobación de leyes se ha mantenido. Incluso ha habido dificultades para atraer los votos de Vox, aliado en múltiples iniciativas. Sólo la Ley 9/2022 de reforma de la Ley 5/2018 para la Protección, Reconocimiento y Memoria de las Víctimas del Terrorismo ha sido aprobada sin votos negativos; es decir, sólo una ley ha suscitado el acuerdo o coincidencia de todos los grupos parlamentarios

Estos datos invitan a una reflexión a cualquier persona preocupada por la política en un escenario de progresiva polarización y crispación. Los datos nos indican la creciente imposibilidad, incapacidad, falta de voluntad o interés por encontrar territorios comunes, dentro de las discrepancias políticas normales en democracia, para alcanzar algún tipo de acuerdo o compromiso aceptable que facilite la incorporación de los puntos de vista de los rivales para la gobernanza legislativa de la sociedad. Repetimos: no creemos que el ideal sea un escenario político de amor y paz con votaciones a la búlgara en las cámaras. No, la vida política democrática implica diferencias y conflictos que se canalizan institucionalmente. Pero también requiere pactos, acuerdos entre diferentes. Y para ello se necesita de la voluntad de los actores políticos: dos no bailan si uno/a no quiere. Niveles bajos de acuerdo legislativo, muy probablemente, contribuyan a reforzar a quienes Mariano Torcal llama 'hooligans' de la política o Luis Miller, recuperando a Azaña, 'extremosos'. Son seguidores de uno u otro partido que suspenden su capacidad crítica sobre los suyos mientras niegan a los otros el derecho a ser escuchados. Nos tememos que la consecuencia del ascenso de esta deriva de la persona-masa (en sentido orteguiano) es una sociedad políticamente más ineficiente, menos preocupada por los problemas de las personas desfavorecidas y menos comprometida con la democracia y sus normas.  
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