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ALEX BRANDON (AP)

Es posible alcanzar pactos bipartidistas en Estados Unidos

Pedro Soriano Mendiara

4 mins - 6 de Junio de 2023, 07:00

Finalmente (y afortunadamente) no se producirá una suspensión de pagos de Estados Unidos. La Cámara de Representantes ha votado a favor de elevar el techo de deuda hasta 2025, con una amplia mayoría bipartidista de demócratas y republicanos (314 a 117) apoyando el acuerdo alcanzado por Biden y McCarthy. 

Aunque se ha creado un precedente peligroso al someter a negociación algo tan potencialmente explosivo como la posibilidad de una suspensión de pagos, a medida que se van conociendo detalles del acuerdo se ha podido comprobar que Biden ha negociado bien. Ha conseguido incluso obtener contrapartidas (por ejemplo, incrementar el número de personas desfavorecidas que obtendrán cupones de alimentos), donde el líder republicano en la Cámara, Kevin McCarthy, insistía en que no las habría. 

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Dicho lo cual, los conservadores también han obtenido concesiones (entre otras, limitar el incremento del gasto público para cuestiones no relativas a defensa a un 1% en 2025). Sin embargo, el hecho de que finalmente se hayan obtenido más votos demócratas que republicanos para sacar adelante el acuerdo indica que estos últimos están más descontentos con éste y que el viejo chiste de Will Rogers (“No soy miembro de ningún partido político organizado. Soy Demócrata”) se ha quedado desfasado. Desde hace varios años, los demócratas son un partido más disciplinado que el republicano a la hora de votar (ésa fue quizá la aportación más relevante de Nancy Pelosi como líder del partido en la Cámara de Representantes).

Es preciso reconocer que las expectativas que muchos (incluido el que suscribe) tenían sobre McCarthy, al que se percibía como un líder débil, dadas las circunstancias de su elección (necesitó quince rondas de votos, algo inusitado, para ser designado Portavoz de la Cámara de Representantes), no se han visto cumplidas. El Speaker ha sido capaz de mantener a su grupo parlamentario lo suficientemente unido para sacar adelante un asunto que tenía un potencial dañino sumamente elevado (es evidente que las presiones sobre los republicanos, entre bastidores, del mundo empresarial han sido enormes). 

Ahora la ley pasa al Senado, donde no debería haber problemas, dado que allí, como regla general, hay más moderados y menos radicales que en la Cámara de Representantes. En las próximas semanas veremos si McCarthy recibe muchos ataques desde su flanco derecho o si el inminente contraataque ucraniano distrae la atención de sus críticos hacia la nueva crisis de la semana o del mes. Entre las concesiones que el Speaker tuvo que efectuar para ser elegido fue que un solo miembro de la Cámara podía instar su destitución, pero por el momento, a pesar de los gruñidos de desaprobación del ala derecha, no parece que haya una masa crítica de republicanos dispuestos a reabrir una crisis semejante.



Otro actor político que sale reforzado es Joe Biden, que ha demostrado que sus dotes de negociador durante muchas décadas todavía se mantienen en buenas condiciones. Biden jamás será un político tan querido entre los suyos como Obama, porque es mucho más viejo y peor orador que éste, pero en circunstancias como ésta, su experiencia -y su interminable red de contactos en Washington- es un activo nada despreciable para los demócratas. Y tampoco es desdeñable una virtud no tan común en política: la prudencia. Biden no estaba dispuesto a seguir los cantos de sirena de aquellos que le recomendaban soluciones originales, pero con un recorrido judicial arriesgado, como aplicar la Decimocuarta Enmienda para derogar el límite de deuda o acuñar una moneda de un trillón de dólares para garantizarla.

La conclusión final de esta crisis es que todavía es posible alcanzar pactos bipartidistas en Estados Unidos cuando el objeto de los mismos (en este caso, el hundimiento de la economía del país a resultas de una suspensión de pagos pública) es suficientemente importante y los poderes económicos están alineados a favor de un acuerdo y con capacidad para presionar a los elementos más irredentos del Partido Republicano.

Pese a ello, si los demócratas recuperan el control de la Cámara de Representantes y mantienen el del Senado y la Casa Blanca en el futuro, harán bien en sopesar la posibilidad de derogar el techo de deuda, una norma absurda (recordemos que no alzarlo implica dejar de pagar deuda ya contraída, no incurrir en nuevas deudas) que sólo conservan Estados Unidos y Dinamarca. Mantenerlo es una invitación a futuras extorsiones que pueden acabar mucho peor de cómo lo han hecho en esta ocasión.

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