En esta campaña, como tantas otras, poco van a importar los programas, los balances o las visiones. Va a predominar lo emocional.
Y sin embargo, en ellas nos jugamos mucho futuro, porque España tiene algunos serios retos ante sí. Algunos son problemas propios, otros que compartimos con el resto de Europa, y otros con el mundo. Problemas de los que se habla demasiado poco.
Uno, esencial, es cómo labrar un presente y un futuro atractivo para la juventud, especialmente para los más jóvenes, y evitar un choque generacional que se está gestando y que, si no se pone remedio, acabará estallando. Los
babyboomers, en proceso de jubilación, somos más, en voto. Y los
millennials ya tendrían que estar encarrilados. Todos han pasado casi por tres lustros de crisis (la gran recesión, la pandemia, los efectos de la guerra), pero, sin olvidar los ancianos muertos por las COVID 19, los jóvenes y su difícil despegue en la vida profesional y familiar han sufrido más, a pesar de que hay una carrera global -España incluida- por el talento.
Aunque ha mejorado, tenemos la segunda tasa de paro juvenil (más de 29%) más alta de la OCDE, y la mayor edad de las mujeres para tener el primer hijo (31 años, frente a 25 en 1980). Por algo será que Vox, ha avanzado tanto entre esas cohortes, especialmente entre los varones de 18-21 años, voto de protesta, sin duda. Pero protesta por algo. Por el después. ¿Realmente se va a hablar en esta campaña, en los debates, de los problemones demográficos que tiene España?
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Otro, que está consciente o inconscientemente en el aire -lo reflejan algunas encuestas y la conversación pública en medios y redes-, es
cómo evitar que la Inteligencia Artificial (IA), ante sus nuevos saltos (después de la generativa viene la adaptativa), la automatización y la digitalización, necesarias para que España gane productividad, diezme puestos de trabajo y sueldos a gran escala, ahora que ambos han aumentado, y genere más desigualdad, incluso más pobreza, por no mencionar que cambie la forma de hacer política. Hay pasos que pueden indicar caminos: La vigente
Constitución de Brasil menciona (art.7.27) “las medidas para proteger a los trabajadores frente a la automatización, de conformidad con lo dispuesto por la ley”, pero no se han desarrollado. Recientemente un
juzgado de lo Social de las Palmas de Gran Canaria ha declarado improcedente un despido por automatización del puesto de trabajo, aunque puede ir contra el principio de libertad de empresa y no mediaba una legislación específica previa que sería necesaria.
Tercero. ¿Cómo diseñar una lucha contra el cambio climático que mejore el medio ambiente -una urgencia-, pero no cercene el nivel de vida, incluso la forma de vida, de muchos ciudadanos? Es algo que se está cuestionando en muchos países europeos (Francia, Alemania, etc., y en EE UU). Cuidado. Fenómenos como los “chalecos amarillos” se pueden producir en otros países y tienen que ver con el crecimiento de una derecha radical negacionista. Pero el medioambiente se sigue deteriorando. Y más con la nueva IA que gasta enormes cantidades de electricidad. Pero de esto se habla poco hasta en la UE y sus consideraciones reguladoras. ¿Y después?
Cuarto: ¿Cómo lograr una Unión Europea que responda mejor a los intereses de España? Sin duda nos estamos beneficiando del Fondo NextGeneration, no solo por el dinero, sino por su impulso transformador.
Difícilmente se va a repetir. Pero en los últimos 14 años (como distintos gobiernos) hemos perdido terreno y riqueza relativa (de 105% de la media de los 27 en PIB por habitante en 2007 a 83% en 2021), aunque estamos en senda de recuperación. La solución no puede venir solo de Europa, sino de dentro. Las recientes crisis nos han afectado más que a otros países de nuestro entorno, a la vez socios y competidores. Y vamos a tener que competir en ayudas públicas a la industria con economías muy fuertes, como Estados Unidos y China, y fuertes, como Alemania y Francia. Bien, el Plan de Recuperación, Transformación y Residencia, va hasta 2026, y el actual Gobierno quiere alargar el plazo. Es el eje de futuro económico que plantea el PSOE.
Con los PERTES y otros planes, sabemos a dónde se va. ¿Lo quiere cambiar el PP? ¿Puede, sin poner en peligro los fondos europeos? ¿Y después?
Quinto. ¿Qué se propone para acabar la guerra en Ucrania de forma justa, y que interese a Europa? ¿Quién está pensando en el después, que tendrá costes, y oportunidades? Nos interesa por muchas razones, entre otras para que Europa mire más el Sur. ¿Qué orden o estructura europea y mundial? ¿Puede ser inevitable, pero qué consecuencias tiene la creciente dependencia estratégica europea en EE UU, a pesar de los avances en la UE? España tiene algo, bastante, que decir, aunque no vaya a actuar sola. ¿Y si en noviembre de 2024 gana Trump?
Lo exterior nos afecta de lleno. Pero se habla demasiado poco de ello.
Finalmente, ¿Cómo recuperar la concordia nacional, en sus varias dimensiones, y lograr una reforma que adapte la Constitución a las lecciones aprendidas y a las nuevas necesidades? Pues somos un país que, históricamente, no ha sabido reformar sus constituciones, sino cambiar de regímenes. El que tenemos ha funcionado bastante bien. Pero necesita un
aggiornamento. Y esto a su vez requiere un acuerdo entre PSOE y PP y más allá.
Podríamos seguir, aunque de estos temas poco se está hablando en la campaña real, que ya ha empezado. Naturalmente están las cuestiones del crecimiento económico, la carestía de la vida, la enseñanza pública, de la sanidad pública, de preservar los derechos sociales, los de género (esto está centrado el debate, si así se puede llamar, en estos primeros días y puede marcar la campaña), de asumir nuestra historia (hacia adentro y hacia fuera), de la diversidad y la unidad de España, etc. Cuestiones importantes, de las que, es de temer, poco se hablará. Pues el
PP está a la espera de que el poder les caiga en las manos por defección de la izquierda, sin necesidad de grandes propuestas de proyecto de país, sino de ese simplista, pero efectivoi, “antisanchismo”. Feijóo ha hecho ya parte de la campaña con sus derogaciones
tous azimuts, a comenzar por ese absurdo “derogar el sanchismo”. Además, como descubrió el propio Sánchez con la reforma laboral (o Rajoy con la ley del aborto), derogar muy a menudo no es viable. Reformar es la palabra adecuada. Pero no para ir para atrás, sino para avanzar. Habría que explicarlo.
La política en la era de las redes sociales, de los mensajes de pocas letras o pocos segundo, es hoy emocional, se mueve por odios (a Sánchez, como antes a Rodríguez Zapatero y antes que él a González, el mejor gobernante que ha tenido España en el Siglo XX, entonces criticado, hoy ensalzado por esa misma derecha), o por miedos (a una derecha
derechizada por una extrema derecha frente ante la que en Europa van fracasado los cordones sanitarios, a una izquierda izquierdizada, salvo en el Reino Unido).
¿Quién va a ofrecer un proyecto ilusionante de vida en común (que tuvimos en la Transición), que necesitamos (y que, hay que reconocerlo, ningún dirigente de ningún país ofrece en estos momentos)? Las propuestas no dictarán la campaña, sino que la campaña, este tipo de campaña, seguramente evitará discutirlas con profundidad, y nos veremos bombardeados por temas cargados de emotividad.
¿Y después, qué? Una pregunta que se aplica a casi todo, y a todos. Disculpen la ingenuidad.