El pasado viernes el Gobierno holandés comunicaba su disolución tras un año y medio del ejecutivo conocido como Rutte IV, una coalición compuesta por el VVD (el Partido Popular por la Libertad y la Democracia), el CDA (Llamada Demócrata Cristiana), el D66 (Demócratas 66) y la
Christen Unie (Unión Cristina). ¿La causa de esta ruptura? Diferencias irreconciliables entre los socios del cuatripartito sobre una política de asilo más restrictiva. Para entender mejor el origen del asunto, es necesario remontarse al verano de 2022.
Justo hace un año los Países Bajos mostraban serias dificultades para hacer frente al creciente flujo de solicitantes de asilo en el país. La evidencia de estos problemas se plasmaba en el desbordamiento sufrido por el centro de registro para gestionar el intenso número de solicitudes, pero también por la falta de viviendas para alojar a los beneficiarios de asilo, así como por las precarias condiciones de vida de los recién llegados al no poder ser instalados en unos centros de acogida abarrotados. Ante esta crisis el Gobierno prometió encontrar una solución para resolver estos problemas y evitar la aparición de otros futuros.
Con este fin, en el último año se han ido creando nuevos centros de registro y más plazas de acogida, además de construir nuevas viviendas destinadas a la población refugiada.
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Pero a la vez que se implementaban estas medidas, desde otoño de 2022 un grupo de trabajo formado por representantes de los distintos partidos comenzó a discutir las posibilidades de adoptar una política de asilo más restrictiva que permitiera reducir progresivamente el número de solicitudes en el país. Uno de los miembros de este grupo era
Dilan Yeşilgöz-Zegerius, ministra de Justicia y Seguridad del VVD. Yeşilgöz-Zegerius calificaba la actual política de asilo holandesa como
“innecesariamente atractiva” en comparación con la de otros países, proponiendo volver a una política basada en la protección de los solicitantes de asilo limitando, entre otros derechos, la reunificación familiar, ya que ésta
“no tiene que ver con los refugiados.”
En un intento por endurecer la política, el grupo de trabajo planteó la reintroducción de un sistema que distingue dos tipos de estatus, utilizado en muchos países europeos y en los propios Países Bajos hasta hace más de dos décadas. Este sistema diferencia a los refugiados de guerra de otros tipos de refugiados (como los políticos) y de inmigrantes (como los laborales), concediendo a cada grupo un estatus y unos derechos distintos. Así,
los refugiados por conflictos bélicos serían concebidos como residentes temporales con permiso de residencia por un periodo máximo de tres años. Otra propuesta también restrictiva era la introducción de un cupo, ya utilizado en países como Alemania, para controlar la reunificación familiar y asegurar que la reagrupación alcance únicamente al núcleo familiar (padre, madre, hijos), pero no a otros miembros de la familia (ex marido, ex mujer, hijastros, etc.).
Asimismo, el grupo de trabajo puso sobre la mesa la posibilidad de utilizar el llamado “botón de pausa”, medida que permite al Gobierno, siguiendo una vez más el ejemplo alemán, suspender temporalmente la reunificación familiar en circunstancias concretas.
Tras nueve meses de trabajo la negociación seguía atascada. Ante esta situación, la semana pasada el VVD redobla la presión a través del Primer Ministro Rutte señalando la urgencia de llegar a una solución preferiblemente antes del verano. En ese momento la Unión Cristinana (CU) dificulta aún más la negociación al manifestar la imposibilidad de conciliar las restricciones a la reunificación familiar con los valores fundamentales del partido.
Es entonces cuando el 7 de julio Mark Rutte decide presentar al Rey su dimisión. Aunque hay voces que han hablado de precipitación por parte del primer ministro , Yeşilgöz-Zegerius argumenta que rechazar las restricciones propuestas llevaría irremediablemente al Gobierno a incumplir la promesa de poner orden en el país.
La caída del Gobierno resulta un tanto sorprendente, ya que ninguno de los partidos de la coalición sale bien parado en las encuestas. Según las encuestas, el CDA, el D66 y el CU perderían escaños en la actual situación política. El VVD de Mark Rutte también se encontraría en una situación débil, principalmente debido a la irrupción de la nueva formación BBB (
BoerBurgerBeweging) (el Movimiento Campesino-Ciudadano), que contra todos los pronósticos obtuvo un gran éxito electoral en las últimas elecciones provinciales.
Asimismo, la disolución del Gobierno holandés también tiene consecuencias a nivel europeo. Un gobierno provisional tiene una posición frágil en Bruselas, ya que el primer ministro en funciones tiene las manos atadas para defender los intereses del país. El momento no es precisamente el ideal, ya que la actual presidencia europea que ostenta España tiene la política de asilo como uno de los principales temas a debatir.
Las encuestas ante unas nuevas elecciones apuntan a que el VVD volverá a ser el principal partido del país con 28 de los 150 escaños. No obstante, y como viene siendo habitual en la historia democrática holandesa, va a ser necesario crear una coalición para formar un gobierno mayoritario. Lo más probable es que dos de los actuales socios del cuatripartito, el CDA y el CU, dejen de ser parte del futuro gobierno, ya que los sondeos dan al BBB como el segundo partido con más apoyos (23 escaños), seguido del partido de extrema derecha, el PVV (Partido por la Libertad) (15 escaños). Una excepción es el D66, que alcanzaría los 12 escaños según los sondeos.
Con estos cuatro partidos sería posible formar una nueva coalición, pero en un panorama político muy fragmentado, tanto a la derecha como a la izquierda, también podría ocurrir que el próximo Gobierno fuera en minoría como ya ha sucedido en otras ocasiones.
A pesar de la caída del Gobierno holandés, hasta ahora existían pocas dudas sobre el apoyo (ciertamente decreciente) del que sigue gozando el VVD. Sin embargo, el partido entra en una nueva fase tras la decisión de Mark Rutte, el primer ministro más longevo de la historia democrática holandesa, de abandonar la política. Para los que ya preveían la “fatiga de Rutte” dentro del propio VVD, la ministra de origen kurdo Yeşilgöz-Zegerius, quien casualmente emigró a Holanda cuando tenía ocho años tras abandonar con su familia su Turquía natal, podría acabar convirtiéndose en la nueva primera ministra de los Países Bajos.