Los golpes de Estado en Gabón y Níger han puesto de manifiesto el cambio de tendencia en el complejo sistema de relaciones que une a Francia con el oeste africano, un área que ha sido históricamente una de sus principales zonas de influencia. En el caso de Gabón, el golpe ha puesto fin al gobierno de la familia Bongo, históricamente cercana a los intereses del país galo, si bien todavía es pronto para sacar conclusiones. Por otro lado, las revueltas en Níger podrían llevar a una desestabilización total de la zona con un choque armado entre los países vecinos. El derrocamiento de Mazoum va más allá de un efecto cuantitativo en indicadores como el PIB per cápita o su Índice de Producción Industrial, entre otros.
Níger es uno de los principales suministradores de uranio para Francia, cuya explotación reside prácticamente de forma exclusiva en la empresa Orano, que pertenece al gobierno francés. En total, se estima que cerca del
20% del uranio utilizado para la producción de energía nuclear en
L’Hexagone proviene de Níger, lo que puede comprometer la viabilidad de su industria nuclear en el corto plazo, si bien es cierto que en los últimos años se han realizado grandes esfuerzos en diversificar su red de socios comerciales para precisamente no estar tan expuesto en caso de shocks externos.
Figura 1.- Países suministradores de uranio a Francia en 2022
Fuente: Le Monde
Los distintos golpes que han tenido lugar en la zona en los últimos años no hacen sino constatar un evidente cambio de tendencia:
La pérdida de importancia del país galo en la Françafrique, cuyos lazos con la vieja metrópolis trascienden lo cultural y han perpetuado en muchos aspectos unas relaciones políticas, institucionales y económicas basadas en la desigualdad. Ciertamente, uno podría argumentar que estos golpes no deberían tener grandes implicaciones en términos de comercio, por ejemplo, y no le faltaría razón (Francia tiene sobrada capacidad para buscar socios alternativos). Sin embargo, la caprichosa geopolítica nos lleva por escenarios más complejos. Veamos:
Figura 2.- Cuota del África subsahariana en el comercio exterior (1996-2020)
Fuente: Le Grand Continent
Por un lado, tal y como se observa en el gráfico anterior,
hay una clara disminución de la importancia relativa de las antiguas potencias coloniales (Francia y Reino Unido) en términos comerciales en el África Subsahariana, lo que ocurre también con EE. UU. Esto no sería preocupante si no coincidiese en el tiempo con un crecimiento casi exponencial de la presencia de China en dicho territorio, conjunto a un aumento de las relaciones de dichos países africanos con Rusia en materia de seguridad, un campo en el que Francia ejercía un rol primordial para el caso concreto de los países anteriormente parte del
Afrique Occidentale Française (l’AOF). Naciones como Mali o Burkina-Faso, que han roto de forma abrupta sus lazos con Francia -
llegando incluso a la expulsión de sus tropas y personal diplomático- han estrechado lazos comerciales y políticos con China, la cual lleva actuando en la zona de una manera inteligente y pragmática -
y a la vista están los resultados, como demuestra la gráfica-, firmando acuerdos comerciales beneficiosos para ambas partes, reduciendo aranceles, exportando manufacturas chinas a precios asequibles y creando una serie de sinergias a nivel industrial que le garantizan una gran relevancia en la zona para las próximas décadas.
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No obstante, conviene no llamarse a engaño. No estamos en los tiempos de la descolonización, y no existen potencias que, de forma más o menos altruista, presten apoyo económico y soporte institucional al desarrollo sin obtener nada a cambio.
El golpe en Níger, por tanto, no es un cambio de sistema como en tiempos de Thomas Sankara, sino un movimiento más en un escenario que es un polvorín, y en el que están en juego multitud de intereses para un reducido grupo de naciones. De entre estas, por supuesto, Francia sale claramente perjudicada en primera instancia. En Malí, Burkina-Faso y Níger los golpes han tenido un cariz claramente antifrancés. En este último país, por ejemplo, se han producido manifestaciones apoyando la revuelta y pidiendo la salida de las multionacionales y funcionarios franceses. Todo esto en un escenario de tensión a gran escala, en la que una parte de los países miembros de la
CEDEAO/ECOWAS son proclives a una intervención militar para restituir al presidente Mazoum.
Pero ¿cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Por qué existe ese sentimiento antifrancés en la región? Si bien el objeto del presente artículo no es el deestablecer una relación causal entre la colonización y los golpes de Estado actuales, los datos pueden ayudarnos a identificar una serie de hitos que pueden ayudarnos a entender algunos de los problemas que han afectado históricamente a esta región. Los procesos colonizadores de los siglos XIX y XX parten de una relación de jerarquía:
una metrópolis que invierte, extrae recursos y supervisa a través de instituciones creadas para servir a sus intereses. Por otro lado, las colonias asumen su rol como proveedoras de mano de obra barata y materias primas ilimitadas. Para ser justos, Francia no fue la excepción, sino la norma –
Reino Unido, Países Bajos, Portugal o España siguieron dinámicas similares en sus territorios africanos y asiáticos. La mayoría de las inversiones francesas al comienzo de la colonización, ya sea a nivel público o privado, tenían como objetivo la explotación de los recursos económicos en los lugares de origen. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando el país galo comenzó a invertir de forma significativa en aspectos como educación o sanidad públicas. Como apunta
Élise Huillery, en 1910 había un profesor por cada 42.500 personas, mientras que la relación evolucionó hasta tener alrededor de un profesor por cada 6.244 personas en 1956. La situación en el sector sanitario tampoco fue muy halagüeña durante dicho periodo: En 1907, había 247 doctores en todo el África Occidental Francesa, mientras que en 1956 había 6,104.
Estos números son extremadamente reducidos incluso a pesar del aumento en términos absolutos, sobre todo teniendo en cuenta los grandes esfuerzos destinados a la conquista y mantenimiento de los territorios coloniales.
Figura 3.- Antiguos territorios del África Occidental Francesa
Fuente: Gallica, Bibliothèque Nationale de France
Al calor del movimiento anticolonial de los años 60 y 70 del siglo XX, las naciones africanas fueron obteniendo su independencia. En el caso de la AOF, a diferencia de lo sucedido con las colonias españolas, neerlandesas o portuguesas, el país galo desarrolló campañas diplomáticas intensivas con el propósito de establecer una cooperación especial entre la antigua metrópolis y los nuevos estados.
Uno de los objetivos era, por supuesto, el mantenimiento de Francia como el interlocutor más importante en términos políticos y comerciales, así como el establecimiento de una esfera de influencia propia que asegurase su rol de potencia dominante en un mundo. Se promovió la creación de una moneda única, el Franco CFA, cuyo valor se vinculó a la divisa francesa y posteriormente al Euro. Si bien, según sus defensores, esta medida ha ayudado a prevenir ciclos inflacionarios desmedidos, también ha implicado renunciar a la soberanía monetaria y ha lastrado el crecimiento de la región. Además,
las empresas francesas han disfrutado de una posición ventajosa al explotar los recursos productivos de las antiguas colonias, mientras que una gran parte de los costes de construcción y mantenimiento de las infraestructuras destinadas a dicha explotación han recaído sobre los gobiernos de esas naciones y no sobre Francia, como ocurría en los tiempos en que era la metrópoli.
Por lo tanto, nos encontramos frente a una relación desigual que ha fomentado una sensación de humillación y abuso en la población de estas naciones, al tiempo que ha servido como caldo de cultivo para la situación actual. En esta coyuntura, la población ya no busca un cambio en el modelo productivo como lo hacía durante el período en el que la Unión Soviética avivaba las llamas de la descolonización. Más bien, ahora anhela un cambio en las relaciones entre estados que respete la soberanía e integridad de cada nación. Francia tiene la oportunidad de actuar correctamente y asimilar que su rol en la en la zona ha cambiado (o debe cambiar), pasando de ser un vigilante a uno más entre iguales: Un enlace que promueva las relaciones amistosas entre pueblos que antes estuvieron bajo una misma bandera y que comparten una misma historia, en ocasiones trágica, pero que
tienen un porvenir lleno de posibilidades si evitamos que en última instancia escale un conflicto que pagarán los de siempre, los desheredados de la tierra.