Han pasado más de dos meses desde las elecciones generales griegas del
25 de junio, que se celebraron en un clima político intensamente polarizado.
El resultado asestó un duro golpe a la izquierda griega, marcando su revés más significativo desde el cambio político de 1974, con el resultado de que SYRIZA y el PASOK de centroizquierda controlan colectivamente unos modestos 79 de los 300 escaños del Parlamento griego.
Por el contrario, la extrema derecha ha ganado una representación sustancial con tres partidos, mientras que el dominio de Nueva Democracia sobre la política griega se ha consolidado para los próximos cuatro años. A la luz de estos acontecimientos, surge la pregunta:
¿qué medidas viables podrían salvar a la izquierda griega de su actual estado de declive?
La respuesta se ha vuelto considerablemente más intrincada a la luz de los resultados sin precedentes de las elecciones de junio. La conmoción inicial se produjo durante la primera vuelta de las elecciones de mayo de 2023, en la que SYRIZA experimentó un importante descenso de popularidad y acabó sufriendo reveses aún más sustanciales en la siguiente vuelta, celebrada en junio.
Tanto SYRIZA como el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) rechazaron categóricamente la perspectiva de cualquier colaboración futura, exacerbando así las tensiones políticas existentes.
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Mientras tanto, el Partido Comunista de Grecia se ha mantenido firme en su postura, haciendo hincapié en su compromiso inquebrantable de mantener una presencia en el Parlamento griego,
aunque se mantiene firme en su decisión de no entablar colaboración con ninguna otra facción política.
¿Y si miramos a España?
Una izquierda muy motivada y consciente de sí misma acudió a las urnas en gran número, en respuesta a la posibilidad de un giro a la derecha en la política. La participación del
66% puso de manifiesto la eficacia de sus estrategias de comunicación para movilizar apoyos y difundir su mensaje. Mientras tanto, Grecia registró una participación menos alentadora, de sólo el
53%, lo que indica que podría haber faltado una comunicación eficaz para motivar al electorado.
Al examinar los resultados en ambos países mediterráneos, uno no puede dejar de preguntarse por las razones de estos resultados opuestos en la región.
La clave está en cómo el Primer Ministro español, Pedro Sánchez, ha logrado superar retos de enormes proporciones, encuestas negativas y críticas de diversos sectores, mientras que los partidos de izquierda griegos han tenido dificultades para lograr un éxito comparable. La explicación, en esencia, se encuentra en el concepto de atraer a los votantes a las urnas.
Los partidos de izquierda griegos se enfrentaron a grandes dificultades para presentar un discurso coherente y convincente que calara en los votantes. Varios factores contribuyeron a esta situación, como estrategias de comunicación divergentes, una presentación inadecuada del peligro de la extrema derecha y una capacidad insuficiente para contrarrestar eficazmente las críticas.
Como resultado, el panorama político experimentó un fuerte giro a la derecha, y para comprenderlo es necesario examinar la planificación estratégica de la izquierda frente a la inminente amenaza del ultranacionalismo en Grecia.
Tanto España como Grecia comparten una historia de lucha contra la aparición de hombres fuertes autoritarios y su posterior caída en la década de 1970. Los legados dejados por figuras como Georgios Papadopoulos en Grecia y Franco en España estuvieron marcados por la violencia y la lucha de clases. A pesar de la relativamente reciente finalización del régimen autoritario en ambos países,
la izquierda española consiguió hábilmente invertir las percepciones negativas y comunicó eficazmente a los votantes los peligros potenciales de las reminiscencias del pasado. Un ejemplo notable de esta dinámica puede verse en el destino del partido de extrema derecha Vox, cuyas actitudes ultraderechistas parecen haber alejado a muchos votantes españoles.
El panorama político de Grecia se enfrenta ahora al auge de tendencias ultranacionalistas preocupantes. La presencia de Espartanos, percibida como la continuación de la organización criminal neonazi Amanecer Dorado, ya condenada, introdujo un elemento de inquietud y aprensión. Los grupos políticos de extrema derecha NIKI y Solución Griega también ganaron protagonismo. El futuro escenario político parece incierto, y la cuestión de qué partido actuará como principal oposición durante los próximos cuatro años sigue sin respuesta.
Es muy importante señalar que el auge del ultranacionalismo también supuso un peligro claro e inminente en Grecia durante la crisis fiscal, ya que sus raíces se remontan a legados históricos y tensiones sociales sin resolver. Sin embargo, frente a esta creciente amenaza, la dirección de izquierdas, ejemplificada por Alexis Tsipras, se mostró aparentemente vacilante a la hora de entablar un diálogo abierto y comunicar los beneficios potenciales de una coalición de izquierdas entre SYRIZA, PASOK, Diem25 y el Partido Comunista de Grecia. Esta falta de un frente unificado y de mensajes coherentes contribuyó al escepticismo y la incertidumbre de los votantes.
La izquierda griega se sumergió en una época desgarradora que recuerda a una era glacial, en la que se enfrenta a los vientos escalofriantes de la incertidumbre y el declive. La marcha de Tsipras marcó un importante punto de inflexión, dejando un vacío que exige una profunda reevaluación y reconstrucción. Mientras que algunos ven este cambio de liderazgo como un rayo de esperanza, que promete el potencial de una metamorfosis política dentro de la izquierda griega, las sombras de la duda se ciernen.
Efi Achtsioglou se ha convertido en la próxima líder, una figura enigmática en el contexto de la pérdida de influencia de SYRIZA. Sin embargo, sobre sus hombros recae la responsabilidad de orquestar el resurgimiento del partido, navegando por las traicioneras aguas de la agitación interna y los desafíos externos.
Si sus esfuerzos resultan insuficientes, el destino de SYRIZA parece sellado: una caída inevitable, con el amanecer de una nueva e inquietante era en la política griega de izquierdas.