, iniciado por el Departamento de Justicia del Gobierno Federal de los Estados Unidos, y al que se han unido hasta 35 estados de la Unión.
La vista del caso se extenderá durante diez semanas, aunque es de esperar que el juez Amit Metha, elegido para el puesto durante la Presidencia Obama, necesite bastantes semanas adicionales para dictar la sentencia.
, sería la consecuencia de las prácticas seguidas por la compañía. Entre las actuaciones ilegales incluidas en la acusación, se hace especial foco en los acuerdos anticompetitivos con fabricantes de dispositivos (Apple y Samsung), desarrolladores de navegadores (Mozilla) y operadores de telefonía móvil (AT&T),
Figura 2.- Guardianes de acceso en la esfera digital y servicios de relevancia
Fuente: Comisión Europea
La posibilidad de que el sistema judicial estadounidense imponga una partición de Alphabet está, por tanto, encima de la mesa. ¿Pero es una posibilidad real? Es difícil alcanzar emitir una opinión concluyente en este instante que la vista del juicio acaba de comenzar, probablemente tampoco a lo largo del mismo se encuentren las pruebas irrefutables y todo se dirima en el ámbito de sutiles matices. Si podemos ahora analizar antecedentes y sentimientos que pesarán en el ánimo de la decisión de Amit Mehta.
Los doctrina, miedos e historia que juegan en contra de la partición de Alphabet
A pesar de lo que puede parecernos desde la tradición europea sobre protección de la competencia, una sentencia de abuso de poder dominante de Alphabet no ha de darse por descontada. Contrariamente a la visión en la Unión Europea, el sistema judicial estadounidense ha interpretado tradicionalmente que el propósito de la Ley Sherman de protección de la competencia
no es proteger a las empresas del funcionamiento del mercado, sino proteger al consumidor del fracaso del mismo. En dicha visión se cimienta la defensa de Alphabet, que, entre otras cuestiones, razona que sus servicios son
elegidos por los consumidores por su mayor calidad. A ello suele sumarse el argumento de que los servicios de Alphabet son gratuitos para los consumidores, y por tanto beneficiosos para ellos desde el punto de vista del coste.
Las instituciones estadounidenses se han resistido a calificar a Alphabet como una compañía dañina para la competencia. El antecedente más inmediato es la
investigación que realizó hace una década la Federal Trade Commission (FTC) sobre prácticas anticompetitivas de Google en el sector de los buscadores, que fue cerrada en 2013 tras dos años de procedimientos señalando la ausencia de evidencias que demandarán acciones legales. La FTC, además, siguiendo la interpretación habitual de la Ley Sherman, recordaba que
“su misión era proteger la competencia y no a los competidores individuales”, aunque reconociera la agresividad de las actuaciones comerciales de Alphabet. La única consecuencia para la empresa propietaria del buscador fue un conjunto de compromisos voluntarios, destinados a facilitar el acceso a patentes y a finalizar un conjunto menor de prácticas comerciales.
No sólo la interpretación histórica de las normas de competencia juegan a favor de Alphabet, la situación geopolítica y la defensa del liderazgo tecnológico estadounidense pueden influir en la decisión judicial. En el origen del caso contra AT&T estuvo la integración vertical de la operadora con su subsidiaria Western Electric, proveedora del equipamiento de las redes. En la ruptura de AT&T, la compañía mantuvo el control de Western Electric, pero fue el punto de inicio del declive de ésta y de sus laboratorios tecnológicos, los célebres Bell Labs, dando comienzo al final del poderío industrial estadounidense en la fabricación de redes de telecomunicaciones. Existe por ello el temor a una repetición de la historia y que la partición de Alphabet tenga como consecuencia una pérdida de posiciones de Estados Unidos frente a China en el dominio en la guerra tecnológica.
Finalmente, tampoco conviene olvidar el antecedente del otro gran juicio histórico por vulneración de la competencia en el sector tecnológico, el caso de Estados Unidos contra Microsoft. En aquella ocasión, entre 1998 y 2001, la corte de justicia estadounidense evaluó si la compañía de Redmond abusaba de su dominio en los sistemas operativos de las computadoras personales para extender su posición preponderante a los navegadores Internet.
Aunque se barajó seriamente la partición de Microsoft como sentencia, finalmente no se procedió con la misma al alcanzarse un acuerdo de apertura del sistema operativo Windows a terceros a fin de permitir también el empaquetado en el mismo de sus productos. El hecho que posteriormente surgieran las grandes tecnológicas aun manteniendo a Microsoft unida (tan poderosa en aquel momento como es hoy la combinación de Apple, Google, Facebook y Amazon), juega también a la contra de una sentencia de partición de Alphabet como medio para garantizar la competencia en la esfera digital.
Las tendencias del presente como amenaza para los intereses de Alphabet
Como hemos visto, la interpretación habitual de las normas de competencia en Estados Unidos y la memoria del mercado tecnológico favorece los intereses de Alphabet para mantener unido el holding de empresas. Sin embargo, diversos acontecimientos en los últimos años han sido caldo de cultivo de un sentimiento de animadversión hacia Alphabet que juega en contra de sus intereses.
Como hemos señalado antes, es radicalmente diferente la visión tradicional sobre la finalidad de las normas de protección de competencia a ambos lados del Océano Atlántico. No pueden, consecuentemente, considerarse antecedentes inmediatos
los casos contra Alphabet por competencia ilícita juzgados o en curso en la Unión Europea, pero sería ingenuo pensar que no pesará sobre el ánimo del juez Mehta la información obtenida en los mismos. Las evidencias tomadas como base de la sentencia en firme del caso Google Shopping, las pruebas aportadas en la sentencia hoy en fase de apelación sobre AdSense y las sucesivas objeciones hechas públicas por la Comisión Europea en el caso Android,
evidencian un conjunto no desdeñable de prácticas comerciales de Alphabet que quizás no puedan ser consideradas ilegales en Estados Unidos, pero sí alejadas de la ortodoxia.
Es detectable dentro del pensamiento económico y político estadounidense la sospecha hacia el poder acumulado por las grandes tecnológicas, en general, y Alphabet, en particular. El
movimiento Neobrandeista, también llamado “antimonopolismo hipster”, cree que el poder privado centralizado representa un peligro para las condiciones económicas y sociales de la democracia. El caso “USA vs Google” es, en realidad, un ejemplo de la creciente influencia de esta línea de pensamiento, de la que son partícipes diversos miembros del Departamento de Justicia de Estados Unidos (DoJ).
Alphabet es consciente del riesgo que supone la cada vez mayor audiencia y difusión de estas ideas. Puede interpretarse como un intento de la compañía propietaria de Google de limitar y desacreditar la influencia neobrandista la
recusación fallida del cabeza de la sección antimonopolio del DoJ, Johnatan Kanter, reconocido seguidor de ésa línea de pensamiento.
A pesar de los esfuerzos lobistas de las grandes tecnológicas, la desconfianza hacia ellas no sólo crece entre ciertas élites sino que ha calado transversalmente en la sociedad. La reticencia hacia los objetivos de estas compañías se manifiesta en el declive de la confianza general hacia el sector tecnológico en los últimos diez años, en particular, en Estados Unidos,
donde ha caído 24 puntos porcentuales. En el caso de Alphabet, en concreto, ha sido especialmente dañino para su imagen los relatos sobre un aprovechamiento de los datos personales bordeando la ética, como el realizado de un modo sólido por
Shoana Zuboff en su libro “Capitalismo de vigilancia”.
Se extiende, como consecuencia, la idea que ante la apertura del nuevo ciclo tecnológico de la Inteligencia Artificial es necesario adoptar precauciones radicales para limitar su poder, siendo la partición una medida estrella en este sentido.
Figura 3.- Evolución de la confianza en el sector tecnológico en los últimos diez años
Fuente: Barómetro Edelmans 2022
Conclusiones
Las pruebas y testimonios de testigos que durante diez semanas van a ser expuestas en la corte del Distrito de Columbia
no sólo determinarán el destino de Alphabet, sino el futuro de Internet, como ha sido subrayado por diversos analistas en el inicio del juicio. El sistema judicial estadounidense es poco proclive a la más mínima intervención en los mercados, pero la partición de una gran empresa de Internet se configura como uno de los resultados posibles del juicio “USA vs Google”.
Son muchos los que piensan, como manifiesta en su demanda el DoJ, que la Google innovadora desapareció hace mucho tiempo, siendo necesario adoptar medidas drásticas para evitar que su compañía matriz consolide un dominio duradero. Sin embargo, existe también un grupo relevante de defensores que la actual posición dominante de Alphabet es el resultado del triunfo de la innovación tecnológica y el ingenio estadounidense, valor crítico en esta era de enfrentamiento geopolítico. Difícilmente el Juez Amih Metha se podrá aislar de la disputa entre ambas visiones y de convertirse, cuando dicte su sentencia, en epítome de la decisión correcta para el bien común, para unos, y, al mismo tiempo, en la encarnación del mayor error judicial de la era Internet, para otros.