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AFP

Europa y el conflicto de Gaza

Luigi Scazzieri

10 mins - 24 de Octubre de 2023, 07:00

Europa está dividida sobre el conflicto entre Israel y Hamás y tiene pocas buenas opciones para afrontarlo. Pero los europeos no podrán escapar a las consecuencias del conflicto.
La respuesta de Europa al conflicto entre Israel y Hamás ha sido caótica. Inmediatamente después de las masacres de civiles israelíes perpetradas por Hamás el 7 de octubre, el Comisario de Ampliación de la UE, Olivér Várhelyi, anunció unilateralmente que la UE recortaría su ayuda a la Autoridad Palestina, lo que provocó una disputa con otros Comisarios y reproches públicos por parte de los Estados miembros. La atención también se ha centrado en el apoyo incondicional de la Presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, a Israel durante su visita improvisada al país. Su reticencia inicial a pedir a Israel que respete el derecho internacional humanitario en su lucha contra Hamás contrastó fuertemente con el planteamiento de otros dirigentes de la UE, como el Alto Representante para la Política Exterior, Josep Borrell, e irritó a muchos, tanto en Bruselas como en las capitales de la UE.

El 15 de octubre, los líderes de la UE acordaron una posición común en la que subrayaban "el derecho de Israel a defenderse de acuerdo con el derecho humanitario e internacional" y afirmaban "la importancia de garantizar la protección de todos los civiles en todo momento de acuerdo con el derecho humanitario internacional". Pero la desunión continúa bajo la superficie, y queda por ver si la UE puede mantener una postura unida.

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Gran parte del debate sobre el papel de Europa en el conflicto se ha centrado en la dinámica interna de Bruselas y de las capitales nacionales. Pero eso ha ocultado el hecho de que una mayor coherencia interna no remediaría la falta de buenas opciones de Europa para afrontar el conflicto. En primer lugar, la UE no tiene influencia para negociar la liberación de los rehenes secuestrados por Hamás y la Yihad Islámica Palestina. Los europeos no están especialmente bien situados para ser mediadores. Tienen menos influencia que los estadounidenses con Israel, y Turquía, Egipto o Qatar están mucho mejor situados que la UE para servir de enlace entre Israel y Hamás, ya sea en la liberación de los rehenes o en un hipotético alto el fuego.

En segundo lugar, poco de lo que diga la UE tendrá un impacto significativo en las decisiones de Israel sobre cómo llevar a cabo las operaciones contra Hamás. La respuesta israelí vendrá determinada principalmente por la opinión pública nacional, por consideraciones militares y por el grado de apoyo político y militar que proporcione Estados Unidos. Sólo Washington tiene posibilidades de persuadir a Israel de que muchas de sus acciones son contraproducentes y de que llevar a cabo una invasión terrestre en Gaza conlleva enormes riesgos y puede que no consiga eliminar a Hamás.

En tercer lugar, no está claro si la UE puede hacer algo para persuadir a Egipto de que abra su frontera y permita a los gazatíes buscar refugio en su territorio. A Egipto le preocupa que la entrada desordenada de cientos de miles de personas pueda crear un riesgo para la seguridad, convirtiendo la península del Sinaí en un refugio para terroristas y, por tanto, creando las bases para futuros ataques israelíes en territorio egipcio. Al mismo tiempo, también existe la preocupación de que si los palestinos evacuan Gaza, Israel no les permita regresar.

Aunque los europeos tienen una influencia limitada en el curso inmediato del conflicto, se verán afectados por él. Mucho depende de los próximos movimientos de Israel. Una invasión terrestre de Gaza conllevaría un enorme riesgo de extender el conflicto, empujando a Hezbolá, respaldada por Irán, a entrar en la guerra desde su base en Líbano y desestabilizando ese país. Israel también podría decidir atacar preventivamente a Hezbolá, precipitando el mismo resultado. El conflicto podría inflamar aún más Cisjordania, debilitando a la Autoridad Palestina, desencadenando nuevas operaciones israelíes y desestabilizando Jordania, sobre todo si los combates empujan a la población civil a huir de allí.

Aunque Israel no lance una ofensiva terrestre a gran escala, la situación en Gaza no será mucho mejor, tras los intensos bombardeos de los últimos días. Egipto tendría dificultades para hacer frente a una afluencia de refugiados, pero la presión pública podría obligarle finalmente a abrir su frontera si las condiciones en Gaza empeoran mucho más. Hezbolá podría sentir que tiene que entrar en el conflicto de todos modos a medida que aumente el número de víctimas civiles en Gaza. En Irak aumentaría el riesgo de que grupos extremistas perpetraran atentados contra las fuerzas de la OTAN que participan en la misión de adiestramiento en el país. Y cuanto más duren los combates, mayor será la presión pública sobre los líderes musulmanes que han forjado lazos considerables con Israel, como los Emirtos Árabes Unidos o Marruecos, para que los reconsideren.

La respuesta de Irán al conflicto será una variable importante para determinar sus consecuencias regionales. Al igual que Hezbolá, Irán ha amenazado con tomar represalias contra Israel si lanza una invasión terrestre de Gaza. Por tanto, una ofensiva israelí no sólo correría el riesgo de atraer a Hezbolá a la guerra, sino que también podría desencadenar una escalada en el Golfo. Incluso si eso no ocurre, el papel de Irán en la financiación de Hamás significa que la guerra tensará seriamente la détente entre Estados Unidos e Irán que había surgido en los últimos meses. EEUU ha denegado a Irán el acceso a 6.000 millones de dólares que había descongelado como parte de un acuerdo para liberar prisioneros. Biden se verá sometido a una intensa presión interna para aumentar la aplicación de las sanciones estadounidenses sobre el petróleo iraní y recortar las exportaciones de petróleo de Teherán. Es muy posible que Irán decida redoblar sus esfuerzos para desarrollar un arma nuclear, calculando que tiene poco que perder y que Estados Unidos está distraído.



No hay que subestimar el impacto de la guerra en los países europeos. A medida que el conflicto continúe y aumente el número de civiles muertos en la franja de Gaza, las divisiones entre los países y dentro de ellos se acentuarán. Algunos líderes, como el español Pedro Sánchez o el laborista Keir Starmer, tendrán que esforzarse por sortear las divisiones internas en sus partidos o coaliciones, y su popularidad podría resentirse. En términos más generales, es probable que la percepción de que los países europeos favorecen a Israel alimente el extremismo, lo que podría desencadenar una nueva oleada de terrorismo en Europa. Algunos Estados de la UE, como Italia, ya están reimponiendo controles fronterizos internos, y es probable que otros lo hagan, lo que provocaría una erosión del espacio sin fronteras de Schengen. Es probable que crezca el sentimiento nativista antiinmigración y la islamofobia en muchos países, impulsando la popularidad de partidos como Alternative für Deutschland de Alemania o Rassemblement National de Francia. Estas mismas fuerzas políticas se verían reforzadas si los combates provocaran una afluencia de refugiados de Gaza o de otros países de la región.

El conflicto de Gaza también tendrá importantes repercusiones en la política mundial. La cuestión principal es si la guerra distraerá a Estados Unidos de su apoyo a Ucrania. Los funcionarios estadounidenses han negado enérgicamente que esto vaya a ocurrir, argumentando que Estados Unidos puede ocuparse de ambos conflictos al mismo tiempo. Ucrania e Israel necesitan en gran medida distintos tipos de apoyo militar de Washington. Biden está intentando vincular el apoyo a Ucrania e Israel en un paquete que se espera que ascienda a unos 100.000 millones de dólares, pero aún está por ver si esto convencerá a suficientes republicanos para que lo aprueben. Sin embargo, aunque se apruebe el paquete, es probable que la guerra en Oriente Medio desvíe una parte importante de la atención política y diplomática estadounidense de Ucrania. De hecho, Washington tendrá que prestar atención y gastar recursos no sólo para hacer frente a los combates en Gaza, sino también para abordar la miríada de problemas más amplios que la guerra podría crear o exacerbar en Oriente Medio. Y Estados Unidos también necesita mantener la capacidad de disuadir una invasión china de Taiwán.

Al mismo tiempo, la percepción de que los países europeos, y Occidente en general, no están dispuestos a hacer gran cosa ante las violaciones del derecho internacional por parte de Israel en su intento de degradar y neutralizar potencialmente a Hamás ya ha alimentado la idea generalizada de que los europeos son hipócritas y culpables de aplicar un doble rasero a la hora de abordar los distintos conflictos internacionales. Los diplomáticos occidentales tendrán que luchar contra estas acusaciones, ya que la postura de Occidente en el conflicto palestino-israelí siempre ha sido un pararrayos para el sentimiento antioccidental. Rusia, que no ha condenado a Hamás y ha hecho un llamamiento en favor de un proceso de paz, probablemente saldrá beneficiada, ya que conseguir apoyo para Ucrania en los foros internacionales y, en particular, entre los Estados árabes, probablemente resulte más difícil.

Aunque los europeos poco pueden hacer para influir en el curso del conflicto, sí pueden ayudar a evitar que se materialicen algunas de sus peores consecuencias. Trabajar con socios de la región y con Estados Unidos para intentar contener a Israel y convencerle de que reanude el suministro de agua y electricidad a Gaza, y proporcionar ayuda humanitaria a través de Egipto, contribuirá a evitar la pérdida de vidas humanas a gran escala. Un mayor apoyo político y financiero a los vecinos de Israel les ayudará a hacer frente a las consecuencias del conflicto. Los países europeos que han desplegado fuerzas militares en la región están contribuyendo a disuadir a Hezbolá de intervenir en el conflicto. Aunque las declaraciones y la retórica de los líderes europeos no tengan mucha repercusión en el conflicto, sí determinarán las consecuencias de la guerra dentro de Europa. Y, aunque probablemente Europa pueda hacer poco para persuadir a los países escépticos de que no está actuando de forma hipócrita en el conflicto, sí puede hacer más para abordar las quejas concretas que muchos de ellos tienen, por ejemplo en materia de ayuda al desarrollo.

Algún día terminará la actual oleada de enfrentamientos. Sin embargo, la cuestión subyacente de cómo resolver el conflicto palestino-israelí no habrá desaparecido. Los europeos tendrán que replantearse su enfoque del conflicto y dejar de suponer que pueden ignorarlo.

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