La adquisición de una participación del 9,9% en Telefónica por parte del gigante saudí de las telecomunicaciones STC -controlado en un 64% por el fondo soberano saudí- ha abierto, con razón, muchos interrogantes sobre la propiedad extranjera de los llamados activos "críticos" y estratégicos. Dadas sus actividades en ciberseguridad para las fuerzas armadas españolas y su suministro de sistemas, equipos y servicios por satélite al Ministerio de Defensa, Telefónica podría definirse sin duda como un activo estratégico.
No se trata sólo de una cuestión española, sino europea, teniendo en cuenta que la actividad de Telefónica entra dentro de una comunicación de la Comisión Europea recientemente publicada sobre tecnologías "críticas", que requieren una mayor vigilancia por parte de los Estados miembros. A este respecto, el Gobierno español está examinando la inversión de 2.250 millones de dólares propuesta por STC: podría producirse un veto del Gobierno, una serie de condiciones sobre el acuerdo, así como preguntas adicionales de Bruselas.
Pero la evaluación de este acuerdo debería estimular una reflexión estratégica adecuada sobre la nueva estrategia geoeconómica de Arabia Saudí para un mundo multipolar.
El papel de Arabia Saudí en la escena internacional se ha transformado radicalmente en los últimos años. Tras los cambios geopolíticos y la crisis de seguridad energética desencadenada por la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, el Reino aprovechó su posición única como el productor oscilante más importante del mundo -es decir, el productor de energía capaz de influir en los precios con mayor facilidad y rapidez- para pasar de actor regional a global.
Arabia Saudí sigue aspirando a ser el líder y el pivote de la región de Oriente Medio y el Norte de África, y espera ser el primer puerto de escala para los agentes externos que quieran hacer negocios en la región. Pero las ambiciones saudíes van ahora mucho más allá de la región MENA, incluso para escapar de sus "guerras eternas".
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Arabia Saudí se ha globalizado abrazando la multipolaridad, un orden mundial en el que Estados Unidos ha perdido su hegemonía indiscutible y otros actores se alzan, abriendo nuevas oportunidades de crecimiento. Hasta ahora, Riad ha desplegado su mayor peso geopolítico participando en una cobertura extrema sin costes entre actores rivales globales y regionales, como la mejor forma de asegurar sus intereses nacionales. Se ha apartado de la plena alineación con Estados Unidos, sobre todo cuando rechazó las peticiones del más alto nivel de los responsables políticos estadounidenses de aumentar la producción de petróleo y, en su lugar, se coordinó con Rusia para recortarla e impulsar los precios al alza en octubre de 2022. O cuando llevó a cabo los primeros ejercicios de seguridad marítima con la armada china en 2023, o solicitó su ingreso en los BRICS a partir de enero de 2024. Sin embargo, esto tampoco ha supuesto un nuevo alineamiento saudí con Rusia o China.
De hecho, antes de que la iniciativa descarrilara por el ataque terrorista de Hamás contra Israel el 7 de octubre y las posteriores represalias israelíes contra los palestinos, que inflamaron a la opinión pública árabe-islámica, Arabia Saudí también estaba discutiendo la posibilidad de normalizar las relaciones con el gobierno israelí, dando así una rotunda victoria geopolítica a Estados Unidos que habría venido acompañada de un nuevo e importante pacto de seguridad entre Riad y Washington. En pocas palabras, en su intento de jugar con las cuestiones globales, Arabia Saudí persigue una diversificación de sus asociaciones tanto hacia Occidente como hacia Oriente.
En este contexto, también hay espacio para Europa:
la UE ha impulsado su compromiso político con Riad, también a través de la primera estrategia del Golfo publicada en 2022, y está trabajando para facilitar las relaciones comerciales y de inversión, incluso a través de la primera edición en octubre de 2023 del Foro de Inversión UE-Saudí, centrado en la energía sostenible, las materias primas críticas y también la tecnología de la información y la comunicación. Asimismo, algunos gobiernos europeos han intensificado su acercamiento a Riad, firmando acuerdos de cooperación tecnológica en la transición energética y, por supuesto, el corredor económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC), un proyecto de conectividad económica, energética y digital que une India con Europa a través de Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Jordania e Israel, firmado al margen del G20 en Nueva Delhi.
Un proyecto como el IMEC va al corazón de las ambiciones saudíes.
Mientras que tras la pandemia del COVID-19 y la invasión rusa de Ucrania, Estados Unidos y Europa empezaron a ver los riesgos y vulnerabilidades ligados a las dependencias, Arabia Saudí considera que su centralidad geopolítica depende de la capacidad de ser un centro de conectividad energética y económica, aprovechando plenamente sus activos y su ubicación entre Asia, África y Europa. Con proyectos como el corredor económico India-Oriente Próximo-Europa y la Iniciativa "Belt and Road", Riad pretende seguir mejorando la conectividad tecnológica, infraestructural, comercial y financiera.
El acuerdo entre STC y Telefónica se inscribe precisamente en este marco, ya que se espera que permita a la parte saudí acelerar sus capacidades en materia de conectividad digital, en la región MENA y más allá. El acuerdo adquiriría un valor estratégico adicional desde una perspectiva europea si condujera a la selección de Telefónica para construir las comunicaciones de misión crítica de defensa e inteligencia de Arabia Saudí, una apuesta por la que el gigante tecnológico chino Huawei está ejerciendo una fuerte presión en Riad. Huawei ya tiene acuerdos estratégicos con STC, para el suministro de tecnología 5G y la construcción de un centro de datos local en el Reino. Ni que decir tiene que estos acuerdos levantan ampollas en Europa y Estados Unidos.
De hecho, Riad también se está dando cuenta de que las relaciones excesivamente estrechas con China podrían tener un precio, al menos en términos de oportunidades perdidas. Por ejemplo, los contactos con empresas de defensa chinas sancionadas llevaron recientemente al fracaso de un megaacuerdo entre la empresa saudí SCOPA Defence y su homóloga estadounidense RTX, que habría proporcionado a Arabia Saudí los conocimientos tecnológicos necesarios para construir sofisticados sistemas de defensa antiaérea. En agosto de 2023, Estados Unidos también amplió la restricción de las exportaciones de sofisticados chips de inteligencia artificial de Nvidia y Advanced Micro Devices más allá de China a otras regiones, incluidos países no revelados de Oriente Medio y el Norte de África.
Los europeos deben tener en cuenta todas estas complejidades multipolares en sus relaciones con Arabia Saudí, y esto vale también para el gobierno español. Hasta ahora, los europeos han considerado su compromiso con Arabia Saudí en función de sus intereses, principalmente económicos, o en el contexto de su deseo de estabilidad en Oriente Medio; ahora también deben ser conscientes de que existe un nuevo ángulo saudí en las conversaciones globales.
Desvincularse de Arabia Saudí significaría perder importantes oportunidades, no sólo desde el punto de vista económico, sino también geopolítico, pues los europeos quedarían apartados de un pivote regional y serían totalmente incapaces de influir en un actor que puede afectar a cuestiones globales -incluso más allá de la seguridad energética- y a las tendencias mundiales. Aun así, los europeos deben tener las ideas claras sobre la creciente ambigüedad estratégica de Arabia Saudí en el alineamiento internacional.
Un enfoque eficaz podría ser el que aprovecha la ventaja tecnológica europea para convertirse en el socio estratégico preferido de Riad en ámbitos de valor fundamental para el Reino, como la transición ecológica, la exploración espacial y, de hecho, las telecomunicaciones.
Al mismo tiempo, los europeos deberían implicar activamente a Arabia Saudí en la conversación sobre la reducción de riesgos, destacando los beneficios potenciales del friend-shoring, pero también las consecuencias de ser vistos como puertas traseras para Rusia y China en los mercados occidentales de tecnología, comercio financiero y servicios. Eso significa comunicar a los homólogos saudíes la opción de someter oficialmente a Arabia Saudí a un mayor escrutinio en el contexto de la estrategia de seguridad económica de la UE.
La multipolaridad es un nuevo orden mundial en el que ningún actor confía aún en poder navegar. Sin embargo, es una realidad innegable, especialmente en la región de Oriente Medio y Norte de África. No sólo ha dado lugar a un mundo más fragmentado, sino también al ascenso de potencias intermedias como Arabia Saudí, impulsadas por nuevas ambiciones.
El acuerdo entre STC y Telefónica es un ejemplo de lo que esto significa para nuestros intereses y que los europeos deberían seguir de cerca.
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CRISTINA ARIAS (GETTY IMAGES)