-
+
DADO RUVIC (REUTERS)

Brexit y el "mito Merkel"

Tim Bale, Karl Pike

6 mins - 20 de Noviembre de 2023, 07:00

Basándose en su reciente artículo, Tim Bale y Karl Pike exploran las consecuencias del "mito Merkel" para el Brexit: la idea de que la clave de la retirada del Reino Unido residía en Angela Merkel.
Al criticar el enfoque de la primera ministra Theresa May sobre el Brexit, Nick Clegg confesó que siempre había asumido que May:

"se subiría a un avión en plena noche sin avisar a la prensa, iría a Berlín, cenaría tranquilamente con Angela Merkel y le diría: "Escucha, esto es una pesadilla para nosotros, yo no quiero esto, tú no quieres esto, Europa tiene cosas más importantes que hacer... intentemos llegar rápidamente a un acuerdo".
Unos meses después, y justo antes de las elecciones generales de 2017, el veterano columnista del Sun Trevor Kavanagh animaba a los lectores del tabloide a "dar a Theresa May la aplastante mayoría que dice necesitar para enfrentarse a la canciller alemana Angela Merkel". Y posteriormente, el periódico seguía convencido de que todo seguía girando en torno a la canciller alemana, señalando: "Sería ideal que la señora Merkel se diera cuenta del daño que un Brexit de 'castigo' causaría a los gigantes automovilísticos alemanes y entrara en razón". Si no lo hiciera, continuaba, May debería "tomarse en serio lo de marcharse".

[Recibe los análisis de más actualidad en tu correo electrónico o en tu teléfono a través de nuestro canal de Telegram]

Cuando el "Brexit" empezó a dominar el discurso político británico, los partidarios de la permanencia y los partidarios de la salida se unieron en la creencia de que la clave para limitar el daño que podría causar la retirada de la UE o, alternativamente, para explotar las oportunidades que se ofrecían, residía en Angela Merkel. Pero tampoco era nada nuevo. De hecho, desde el momento en que David Cameron se comprometió a principios de 2013 a celebrar un referéndum de salida en caso de ser reelegido como primer ministro, hasta el momento en que Merkel dejó de ser canciller de Alemania casi una década después, muchos políticos y comentaristas británicos -en particular (pero no exclusivamente) si eran conservadores- asumieron que el camino hacia cualquier resultado que se propusieran pasaba por Berlín.

Las consecuencias de atribuir este poder casi milagroso a la canciller alemana fueron graves, por no decir deletéreas. El "mito Merkel" distorsionó la comprensión de la clase política británica sobre las prioridades de la UE, sus objetivos y los probables resultados de la salida.

Reducido a sus componentes esenciales, el mito Merkel se basaba en cuatro suposiciones muy extendidas pero en última instancia falsas, a saber:

(i) que la Canciller alemán (y desde luego no el negociador designado por la UE, una vez que el Reino Unido había votado a favor de la salida, Michel Barnier) era quien tomaba las decisiones en última instancia por parte de la UE;

(ii) que tras las crisis de la eurozona y de los refugiados (ambas habían demostrado supuestamente este poder de decisión) Merkel haría honor a su inclinación al compromiso para preservar las buenas relaciones con el Reino Unido;

(iii) que los intereses industriales alemanes empujarían a Merkel en esa dirección; y

(iv) que Merkel era esencialmente pragmática y temperamentalmente inclinada tanto hacia el Reino Unido como a retrasar la decisión hasta el final de cualquier proceso.

El tercero de estos supuestos es probablemente el que más atención ha suscitado, en parte porque es el que ha generado más comedia, en gran parte debido a que el futuro secretario para el Brexit de May, David Davis, aseguró antes del referéndum que "a los pocos minutos de votar a favor del Brexit, los directores ejecutivos de Mercedes, BMW, VW y Audi estarán llamando a la puerta de la canciller Merkel exigiendo que no haya barreras para el acceso de Alemania al mercado británico". Como señala Stefaan De Rynck, asesor principal de Barnier, en su libro se convirtió en "un meme recurrente en Londres durante tres años y medio de negociaciones".

Sin embargo, las otras suposiciones eran igual de importantes, reforzadas no sólo por interpretaciones erróneas del modus operandi de Merkel y sus motivaciones subyacentes, sino también por una fe igualmente equivocada en la importancia de una supuesta química personal.



Cameron, en particular, aprendió demasiado tarde que, en la medida en que tenía una buena relación con "Angela", eso no significaba que ella le ayudaría a conseguir lo que quería y necesitaba en su renegociación, especialmente cuando se trataba de restringir la libre circulación. Sin embargo, desde el principio y con escasos resultados, se esperaba que las aparentes similitudes entre las dos mujeres (hijas de un clérigo, sin complejos, que habían trabajado duro para llegar a lo más alto en un mundo de hombres) pudieran resultar útiles.

Los cuatro supuestos se sustentaban también en una tendencia generalizada entre la clase política británica a considerar la UE como una organización esencialmente intergubernamental, a menudo desbordada por pretensiones supranacionales. Así pues, un aliado poderoso como Alemania permitiría a Gran Bretaña eludir la "burocracia" de la Comisión.

Francia, por otra parte, fue vista continuamente como un antagonista, que pretendía "castigar" al Reino Unido por querer abandonar la UE. Esto hizo que fuera aún más tentador ver a Alemania, junto con los Países Bajos, "los nórdicos" y "los bálticos", como un contrapeso, subestimando así el compromiso inquebrantable por su parte (y por parte de su canciller) con lo que un ministro británico lamentó llamar "el extraordinario control" ejercido por el "proyecto político" de Europa.

Irónicamente, el riesgo de que esto ocurriera nunca pasó desapercibido para la propia Merkel. En un discurso ante el Parlamento durante una visita a Londres en 2014, señaló:

“Me han dicho muchas veces durante los últimos días que hay expectativas muy especiales sobre mi discurso de hoy aquí. Supuestamente, o eso he oído, algunos esperan que mi discurso allane el camino para una reforma fundamental de la arquitectura europea que satisfaga todo tipo de supuestos o reales deseos británicos. Me temo que se van a llevar una decepción. También he oído que otros esperan exactamente lo contrario... Me temo que estas esperanzas también se verán frustradas.”
No se equivocaba. Está claro que una cosa es escuchar un discurso y otra muy distinta oírlo realmente.
Se puede leer el artículo original publicado en UK in a Changing Europe

¿Qué te ha parecido el artículo?
Participación